Proyecto
La Cámara de Diputados de la Nación
DECLARA:
La Honorable Cámara de Diputados de la Nación declara que vería con agrado que las Legislaturas de las provincias que integran la Región Patagónica, dictasen normativas que prohibieran la instalación de plantas de energía nuclear en sus territorios, permitiendo conservar a la región como Territorio no Nuclear.
FUNDAMENTOS
Proyecto
Señor presidente:
La Región Patagónica es para el mundo un lugar donde la preservación del medio ambiente ha prevalecido por sobre la explotación de sus recursos. Prueba de ello es haberse constituido en uno de los principales objetivos del turismo ambiental mundial, al ser reservorio de una fauna y flora sin igual.
A más de lo manifestado la región constituye, por la presencia de glaciares y ambiente periglacial en toda su extensión, uno de los reservorios de agua dulce más importantes del mundo.
La Energía Nuclear Implica Riesgos Inaceptables para La Vida.
Adoptar la tecnología nuclear como opción energética, conlleva asumir no solo riesgos inaceptables de contaminación radioactiva e impactos irreversibles para la Región, sino ir a contra marcha del Convenio de Kioto y de leyes nacionales como la 26.190 - que fomentan el incremento del uso de energías renovables - por los cuales las naciones han asumido el compromiso de reducir las emisiones que afectan negativamente nuestro planeta. La generación de energía atómica afecta el uso del agua, el ambiente, el desarrollo económico, la salud y la calidad de vida de la población.
Esto fue demostrado con la catástrofe nuclear de Fukushima en Japón. Allí, la crisis de contaminación radioactiva, cuyos efectos continúan, mostró que el Estado japonés y la industria nuclear ignoraron los historiales sísmico y de tsunamis de ese país.
La nación nipona Diseñó centrales nucleares para resistir terremotos de sólo 7,7° en la escala de Richter y autorizó su construcción en la costa para utilizar agua del mar para el proceso de enfriamiento. Ello significó instalar una bomba de tiempo en Fukushima, la cual se activó con el terremoto y tsunami del 11 de marzo de 2011.
Colapsó el sistema de enfriamiento, fundiéndose el núcleo de un reactor. A partir de ello comenzó la emisión de elementos radiactivos como yodo 131, cesio 134, estroncio 90, rutenio 103/106 y plutonio 239 hacia la atmósfera y contaminando el suelo, las aguas superficiales y subterráneas.
A todo esto se sumó el derrame de agua radioactiva hacia el Océano Pacífico por las grietas que provocó el sismo, y, posteriormente, el vaciamiento intencional de 11.500 toneladas de agua radioactiva utilizadas para el enfriamiento de emergencia que quedaron dentro del reactor.
El Estado de Japón, además de lamentar más de 13.000 muertos por el terremoto, hoy sufre contaminación radioactiva de tierra, agua, aire, alimentos e infraestructura, 200.000 evacuados de las zonas de riesgo radiactivo, miles de personas y cientos de trabajadores contaminados, que morirán en los próximos meses u años o que deberán ser tratados de por vida.
La contaminación radioactiva de la cadena alimentaria y de la infraestructura obligo a Japón a importar agua y alimentos para la población e impacto en su economía exportadora. Ningún país se arriesgará a comprar productos con contaminación radioactiva.
La Energía Nuclear no es una alternativa frente al cambio climático
La industria nuclear ha tratado de legitimarse después del desastre de Chernobyl, argumentando que no emite dióxido de carbono (CO2). Pero ello es falso, pues aunque el reactor nuclear emite poco CO2 al generar electricidad, si sumamos las emisiones de todo el proceso industrial nuclear, desde la minería y enriquecimiento de uranio, pasando por la fabricación de combustible, la generación eléctrica, el desmantelamiento de la central, el reprocesamiento y la disposición final de desechos radiactivos, se genera una gran cantidad de emisiones de CO2, que incluso pueden igualar o superar a las de una central gasífera.
El Oxford Research Group de Inglaterra calcula que la generación nuclear emite entre 84 y 122 gramos de CO2 por KW/hora generado, si se contabiliza lo que se emite en la fabricación del combustible y el desmantelamiento de la central.
En caso que el uranio utilizado como combustible sea de baja ley, es decir, si se extrae sólo 1 kilo de uranio por cada tonelada de roca extraída. (Storm van Leeuwen, J. W. “Energy Security and Uranium Reserves” Secure energy: options for a safer world-Factsheet 4-Julio 2006), la generación de energía nuclear puede ser más contaminante que la de una central gasífera.
Estos estudios, junto a las denuncias sobre la contaminante minera del uranio y el problema no resuelto de los desechos radioactivos, evidencian claramente que la industria nuclear es sucia y constituye una falsa respuesta a la lucha contra el cambio climático.
La generación nuclear depende de la minería del uranio, recurso no renovable, cuyas reservas de alta ley sólo podrían abastecer por 85 años a las centrales nucleares existentes, cuya demanda de uranio es de 65.000 toneladas al año.
Las explotaciones más grandes de este mineral, que se llevan a cabo principalmente en países del tercer mundo, se hacen a cielo abierto, generando pasivos ambientales de imposible remediación, contaminando fuentes de agua dulce por los químicos utilizados para la extracción - afectando a las poblaciones cercanas - y modificando el paisaje de forma irreversible.
Ante la limitación de uranio disponible en el mundo, la industria nuclear ha dicho que los Reactores reproductores rápidos (fast breeder reactors) podrían multiplicar 30 veces la energía extraída del uranio natural. Sin embargo, esta tecnología ha sido un fracaso en términos de eficiencia y seguridad: el prototipo de Japón, el reactor Monju, fue clausurado en 1995 luego de 4 meses de funcionamiento, mientras que en Francia, el reactor Superfénix fue cerrado en 1996 por su ineficiencia y alto costo de operación.
Luego de una vida útil de 40 años, las centrales deben desmantelarse, reprocesar los desechos y almacenarlos en lugares seguros por siglos. Por ejemplo, el desarme de la central Zorita, en España, demorará 15 años, generará 4 toneladas de desechos radiactivos y costará 170 millones de euros, sin incluir su almacenamiento final y su resguardo. Hoy estos costos no se incluyen en la contabilidad nuclear.
Cualquier fuga radioactiva, además de los efectos directos sobre las personas, ingresa a los ciclos biológicos a través de la concentración. Por ejemplo, la radiación ambiental en campos que han recibido elementos radioactivos a través del aire, la lluvia o el riego, pasan al ganado, se concentran en la carne y leche y mediante la cadena alimenticia pasan al ser humano, perpetuándose los impactos de la radioactividad -malformaciones congénitas, cáncer, etc.- por decenas o centenas de años, según sea el elemento radioactivo emitido a la biósfera.
Normalmente se ha difundido información sesgada para hacer creer a la ciudadanía que la energía nuclear es limpia y barata. Sin embargo, los estudios internacionales muestran lo contrario: la tecnología nuclear es cara, peligrosa y contaminante. Por ejemplo, la central Olkiluoto en Finlandia proyectada para generar 1.600 MW, implicó una inversión superior a US$ 2.500 dólares por KW; un tiempo de construcción de entre 8 y 10 años; y costos de operación mayores a 22,3 centavos de dólar por KW, sin tomar en consideración el costo de desmantelamiento, transporte, procesamiento y disposición final de desechos altamente radiactivos por miles de años. Tampoco se incluyen en los cálculos, los costos de la institucionalidad y la seguridad nuclear, que requiere exigentes medidas de vigilancia para prevenir riesgos tecnológicos y posibles robos o desvío de materiales sensibles en términos geopolíticos, lo cual obliga a mantener un entorno militarizado.
Además de los costosos planes de cierre de las centrales nucleares, las garantías financieras en la industria nuclear deben cubrir la inversión y los seguros asociados a la operación, el transporte y la eventualidad de accidentes nucleares. Debido a los altos costos que ello conlleva, en la práctica han sido los gobiernos los que los han asumido, obligando así a los contribuyentes a subsidiar la industria nuclear, pues ninguna compañía de seguros ha aceptado hasta ahora asegurar el riesgo de accidentes nucleares.
Las provincias que integran la Región Patagónica deben oponerse a este tipo de energías, que son altamente contaminantes, no renovables y altamente peligrosas para el ambiente. Por el contrario, deben inclinarse por la instauración de proyectos que fomenten la generación de energías renovables, ya que dada su enorme extensión, cuenta con condiciones naturales para ésta (campos de energía solar, aspas de viento para energía eólica, etc).
Habida cuenta de los problemas que trae aparejada la generación de energía a través de reactores nucleares y la necesidad de fomentar la producción de energías limpias y renovables, resulta imperioso que las provincias que integran el bloque regional de la Patagonia dicten normativas provinciales que no sólo se opongan a la proliferación de plantas nucleares en sus territorios, sino que fomenten la producción de energía eléctrica a través de energías renovables. De esta manera, la Patagónica continuará siendo un hábitat merecedor de la flora y fauna que la caracteriza en el mundo.
Por los motivos expuestos es que solicito a mis pares que acompañen con su firma este proyecto.
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