Proyecto
La Cámara de Diputados de la Nación
RESUELVE:
Expresar su preocupación por que la restitución realizada a la provincia de La Rioja del objeto histórico denominado "trozo de palo", que es parte del poste de quebracho que fue utilizado para exhibir la cabeza del general Ángel Vicente Peñaloza -El Chacho-, se encuentra depositada en la Casa de Gobierno - despacho del Gobernador de La Rioja -.
FUNDAMENTOS
Proyecto
Señor presidente:
La presente iniciativa tiene como objeto expresar preocupación por el lugar en el que se encontraría depositado el objeto histórico denominado “Trozo de palo”, que es parte del poste de quebracho que fue utilizado para exhibir la cabeza del general Ángel Vicente Peñaloza -El Chacho- en la plaza de Olta del departamento de General Belgrano en la provincia de La Rioja.
Este valioso objeto de nuestra historia fue restituido el septiembre del 2012 con la promesa de las autoridades de colocarla en un Museo y ser exhibido al pueblo riojano. Hasta la actualidad solo hemos encontrado promesas porque la historia del pueblo riojano ha sido borrada para mis comprovincianos, siendo solo unos pocos los privilegiados que pueden observarla.
Señor presidente, es necesario saber de dónde venimos y cuál es nuestra historia:
Ángel Vicente Peñaloza nació en 1796 en la pequeña aldea de Guaja, La Rioja. Era y es reconocido mucho más por su apodo, "El Chacho" - que fuera puesto por su tío abuelo, el prestigioso sacerdote Pedro Vicente Peñaloza.- que por su nombre. Se caracterizó por su bondad, valentía y empecinamiento en la lucha por su proyecto de nación, que defendió ofrendando su vida; fue un paisano sencillo y bondadoso, pero astuto, hombre de pocas palabras que se movía por los impulsos del corazón.
En 1817 integró la caballería llanista que va con la expedición a Copiapó, acción bélica en la que se lucen los riojanos, quienes se hacen merecedores de la distinción que San Martín otorgó a los vencedores de Chacabuco. A partir de 1820 el Chacho acompaña a Juan Facundo Quiroga, como soldado de las milicias riojanas, en todas sus campañas, primero contra Gregorio Aráoz de Lamadrid y después contra José María Paz.
Pero el Chacho era muy diferente a su jefe, Facundo. Él tenía una expresión mucho más auténtica de la idiosincrasia paisana en su sencillez, su bonhomía, su ingenuidad. Era un gaucho servicial y casi iletrado, firme en sus lealtades, apegado a los regocijos menores de la vida campesina. A Facundo lo amaban, pero también le temían. En cambio, nadie temblaba ante el Chacho.
El asesinato de Quiroga en 1835, dejó vacante el liderazgo político-militar de La Rioja: fue Tomás Brizuela quien heredó en parte la jefatura popular y la jefatura militar de la Liga del Norte contra Rosas. Al lado suyo quedó el Chacho. Ambos se designaban como federales, pero mordían sordos resentimientos contra Rosas: creían que él había sido actor oculto del desastre de Barranca-Yaco. Pero en 1840 estos remordimientos tenían una causa más profunda. La porteña ley de aduanas no alcanzó a evitar la creciente miseria de las provincias del interior, desguarnecidas de toda protección. El régimen autoritario impuesto por Rosas había decepcionado a los dirigentes del interior.
Junto a Francisco Vicente Bustos, gobernador Riojano, apoyó la gestión de Urquiza a partir del Acuerdo de San Nicolás, y después de 1854 se convirtió en firme puntal de la Confederación Argentina en el noroeste. El 7 de Julio de 1855 fue ascendido a Coronel Mayor del ejército nacional, grado equivalente al Generalato. Y el 27 de Junio de 1861 el gobierno de la Confederación lo nombró comandante en jefe de la circunscripción militar del noroeste, que comprendía La Rioja y Catamarca. Pero esto no altera su modo de vida, simple y popular. Hasta 1860 interviene en muchos episodios políticos y militares de la vida riojana, actuando siempre sin ambición personal y con su proverbial humanidad. Lo respetaban los antiguos federales, ahora Urquicistas, por sus antecedentes Quiroguistas; y los ex unitarios, ahora liberales, por sus luchas al lado de Lavalle y Lamadrid.
En Septiembre de 1861 sobreviene lo de Pavón. El gobierno de la Confederación es derrocado y las orgullosas tropas porteñas avanzan sobre el interior para apuntalar el "nuevo orden de las cosas".
Después de Pavón resistió en su provincia la ocupación dispuesta por el gobierno del general Mitre, en dos sangrientas campañas, a lo largo de las cuales esperó vanamente un pronunciamiento de Urquiza, que no se produjo.
Así llega el tratado de La Banderita (30 de mayo de 1862) y se le encargaba la pacificación de La Rioja al propio Chacho. Y a pesar de todas las dificultades, a fines de junio de 1862 los batallones nacionales evacuaban La Rioja. El general Peñaloza asumía por decreto la tarea de incautar las armas y un lugarteniente del Chacho - el teniente coronel Felipe Varela se hacía cargo de la comandancia general de la provincia en reemplazo del jefe liberal que había ejercido hasta entonces esa importante función.
Ese año, el pueblo estaba en la indigencia y el único modo que conocían los paisanos de remediarse era montarse a caballo y cuatrerear las provincias vecinas. La precariedad de la paz estaba dada por la irreductibilidad de las concepciones de vida en pugna. Eran dos patrias las que se enfrentaban: no había conciliación posible, por más esfuerzos que hicieron los espíritus menos enconados de ambos bandos. La guerra se aproximaba y Mitre encarga a Sarmiento la dirección de la misma.
El 12 de noviembre de 1863 el Brigadier General Ángel Vicente Peñaloza, a sus gallardos 65 años, estaba en la pequeña población Riojana de Olta. Cuando Vera lo encuentra en su refugio y pregunta por él, sale a recibirlo con un mate en la mano y, entregando su facón -en cuya hoja rezaba la leyenda "el que desgraciado nace / entre los remedios muere"-, le dice al capitán: "estoy rendido". El mayor no tarda en aparecer. Entra al cuarto y pregunta de un grito: "¿quién es el bandido del Chacho?". Una voz calma, desbordante de buena fe, le contesta: "yo soy el general Peñaloza, pero no soy un bandido". Inmediatamente, y sin importarle la presencia del hijastro y de doña Victoria Romero de Peñaloza, el mayor Pablo Irrazábal toma una lanza de manos de un soldado y se la clava en el vientre al general.
Después lo hizo acribillar a tiros. Y mandó cortarle la cabeza y exhibirla clavada en una pica en la plaza del pueblo de Olta. Sarmiento, que nada deseaba más que esa muerte, le escribe a Mitre el 18 de noviembre: "...he aplaudido la medida, precisamente por su forma. Sin cortarle la cabeza a aquel inveterado pícaro y ponerla a la expectación, las chusmas no se habrían aquietado en seis meses".
De esta forma brutal, termina la vida del "Chacho", un amable gaucho generoso y valiente defensor a ultranza de las libertades de los pueblos, del Federalismo Nacional y uno de los últimos líderes alzados en armas contra el centralismo de Buenos Aires.
Señor Presidente, el Chacho Peñaloza fue asesinado el 12 de noviembre de 1863, constituyendo un hecho de profunda tristeza hacia quien fue el líder y caudillo de los Llanos. Este trozo de palo o pica es parte de nuestra historia y fue donado al Museo Histórico Nacional en 1905, por Wenceslao Frías, entonces gobernador de La Rioja.
La Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos, se ha pronunciado a favor de la restitución de los bienes culturales a sus lugares de origen, en tanto estos constituyen parte del patrimonio histórico e identitario de los pueblos. Creemos necesario establecer un lugar acorde a la valoración histórica patrimonial del objeto histórico que representa el Trozo de Palo. Consideramos que esto no se está cumpliendo dado que el mismo estaría en la Casa de Gobierno, en el despacho del gobernador en lugar de ser exhibido en un museo.
Señor Presente, por la valoración histórica y cultural que significa el Trozo de Palo, por ser patrimonio de todos los riojanos, es que solicito la aprobación del proyecto de resolución.
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