Salón de Pasos Perdidos “Presidente Juan Domingo Perón”

Rosana Lombardi y Nicandro Reyes
Prosecretaría Parlamentaria

Este salón se encuentra ubicado en el centro del Palacio, al oeste del Salón Azul —que pertenece y comunica a ambas cámaras— y por él se accede al Recinto, donde los señores Diputados Nacionales concurren a las sesiones que esta Honorable Cámara lleva a cabo.

 

Varias versiones tratan de explicar el motivo de su denominación; según la definición encontrada en algunos diccionarios, el Salón de Pasos Perdidos es “una sala grande que precede al conjunto de las Cámaras de un tribunal”. Otra de las razones es atribuida a que durante los primeros años del Congreso Nacional, este sector —de más de cuarenta metros cuadrados— tenía una mullida alfombra que apagaba literalmente las pisadas de los legisladores que se movilizaban allí, dándole así nombre al salón. Volviendo a las fuentes, es un tipo de construcción monacal de siglos atrás, que se denomina “crujía”, donde numerosas celdas abren sus puertas a un patio interior para ir a dar a otra celda y que los monjes usaban para caminar una y otra vez, en sus largas pláticas filosóficas y espirituales.

 

Por otra parte, el 30 de junio de 2004, la Cámara sancionó un Proyecto de Resolución que designa con el nombre “Presidente Juan Domingo Perón” al Salón de Pasos Perdidos, y se colocó una placa conmemorativa en homenaje público. Es así que el espacio que simboliza la síntesis del debate parlamentario lleva, a partir de ese momento, el nombre del ex presidente por tres veces elegido mediante el voto popular.

 

En este salón, los legisladores acostumbran atender visitas y delegaciones, sirviendo de sala de recepción y espera. Se puede llegar a él fácilmente por una hermosa escalera de mármol de Carrara, desde la puerta principal —la de acceso de los señores legisladores— sobre la avenida Rivadavia.

 

Asimismo, allí se realizan exposiciones de artes plásticas y presentaciones de obras literarias. Por él han desfilado artistas nacionales de especial relevancia, de la talla de Mercedes Sosa, la Camerata Bariloche y la Orquesta Sinfónica Nacional, entre otros.

 

Este gran salón oblongo abarca la altura de dos pisos y lo circunda un balcón con clásica baranda de hierro forjado, que es sostenido por ménsulas a la altura del tercer piso del Palacio, dando lugar a un extenso corredor que ofrece una magnífica vista elevada y permite además, la mirada curiosa de los corrillos y cabildeos que reúnen a diputados y colaboradores, durante las sesiones. De sus paredes penden los retratos de los ex presidentes del cuerpo a lo largo de su historia. Uno de ellos, el diputado Juan Carlos Pugliese, fue quien dispuso (1986) la instalación de la Sala de Exhibición Permanente del Museo de la Cámara de Diputados, en esta galería. En sus vitrinas se exhiben —prolijamente ordenados— singulares obras y objetos pertenecientes a las más variadas figuras de la política nacional, que evocan por sí mismos ideas y momentos de la historia nacional. Cierran el techo cinco grandes vitrales con figuras alegóricas, que simbolizan la Justicia, la Agricultura, la Ciencia, las Artes y el Comercio.

 

El piso inferior ostenta un orden de columnas estriadas, capiteles jónicos de tendencia renacentista y grandes zócalos de mármol rosado. Las numerosas puertas que abren a este salón —de nogal bellamente moldurado— son bordeadas por regios cortinados de felpa.

 

En el centro del salón se encuentran ubicadas tres grandes mesas circulares con media docena de sillas que rodean a cada una y grupos de sillones tapizados, adosados a los muros laterales.

 

Dos telas de grandes dimensiones, apoyadas en atriles de madera sostenidos por columnas, ocupan los extremos. Se trata se dos obras de mérito artístico que representan hechos memorables de nuestra historia.

 

Una de estas obras se titula “Los Constituyentes del 53”. Es un óleo del artista argentino Antonio Alice (1886-1943); mide 3,60 metros de alto por 5,42 de ancho. Alice comenzó a pintar este cuadro en 1922, concluyendo su trabajo doce años después, tras minuciosas investigaciones históricas. El propio autor visitó las provincias en busca de referencias particulares, modos de vida y costumbres para reflejar la personalidad de cada Convencional, en la distribución de los personajes en la tela. Alice dudó entre incluir la luz de una araña a gas o la que habrían proporcionado velas de sebo y, para evitar que algún error pudiera desmerecer su trabajo, optó por iluminar la escena con una luz amarillenta, pero no pintó las velas. Otra característica es la preocupación evidente del artista en los detalles que reproducen a la perfección las sillas de entonces. Haciendo referencia a las palabras del propio autor, manifestó que “[...] este cuadro, a pesar de sus grandes proporciones, no fue hecho por encargo de nadie, librándome así de la presión desoladora que pesa sobre los cuadros hechos a medida”. La obra inmortaliza el momento en que el diputado Juan Francisco Seguí —de Santa Fe— se dirige a la presidencia del cuerpo para expresar su apoyo a la nueva Constitución Nacional, después de que el diputado Zuviría hubiera propuesto su aplazamiento sosteniendo que los pueblos no se encontraban en condiciones para ser dotados de tan precioso instrumento. Este hecho ocurrió durante la noche del miércoles 20 al jueves 21 de abril de 1853, en la sala de reuniones del Cabildo de Santa Fe.

 

La otra obra es un óleo realizado por el pintor uruguayo Juan Manuel Blanes (1857-1901) y representa la Apertura del Período Legislativo de 1886, efectuada por el presidente de la Nación en aquel entonces —general Julio Argentino Roca— en el viejo edificio de la calles Victoria y Santo Cristo —lo que hoy es Hipólito Yrigoyen y Balcarce— donde funcionó el Congreso Nacional entre 1864 y 1905. Este hecho tuvo lugar el lunes 10 de mayo de 1886, a las dos y media de la tarde. El lienzo muestra a todos los presentes de pie, esperando que el general Roca tomara asiento. En el cuadro se pueden distinguir —entre otros— al doctor Wilde junto al doctor Pellegrini. Blanes acostumbraba a no firmar sus obras pero siempre encontraba la manera de “incluirse” en sus cuadros, a modo de firma. En este caso, es uno de los asistentes que integran la barra, junto a la baranda del primer piso. Cabe acotar que Blanes fue quien decoró el Palacio San José, perteneciente al General Urquiza.

 

Todo esto se exhibe en un ámbito iluminado por catorce arañas de bronce —ocho de ellas de grandes dimensiones— lujosamente trabajadas. El moblaje y su iluminación dan a este salón el ambiente adecuado para los fines que se lo destina, ya que a pesar de su gran volumen no deja de ser acogedor.

 

Entre el Salón de Pasos Perdidos “Presidente Juan Domingo Perón” y el hemiciclo del Recinto de Diputados, se encuentra la Galería de los Bastones. A la altura de un metro sobre el piso y adosado a los muchos armarios de madera oscura que rodean esa galería, existe una suerte de “bastonera” con soportes de bronce en forma de “U” para apoyar en ellos la empuñadura de los bastones; poseen una especie de molinete en forma de estrella de cuatro puntas, cuya función es mantener verticales a los bastones. Inmediatamente debajo —en el piso— sendas bandejas de metal evitan que el extremo opuesto resbale y que los bastones caigan.

 

En los armarios que rodean el hemiciclo hay espacios destinados a “los abrigos y capas de las autoridades e invitados especiales” que hoy constituyen, junto a la Galería de los Bastones, un verdadero recuerdo nostálgico de la elegancia masculina de otros tiempos.

 

 

Bibliografía

Archivo histórico de la Dirección de Archivo, Publicaciones y Museo HCDN

El Congreso de la Nación, Manrique Zago Ediciones, Buenos Aires, 1985.

 

 

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