Una reflexión me nace en estos días en donde todos festejamos los 200 años del primer Gobierno Patrio: la importancia que tienen las instituciones y especialmente el Congreso Nacional como mecanismo de expresión de la soberanía popular y de control republicano. Definitivamente nuestra historia nos enseña que el respeto de la voluntad popular es el camino a seguir.
Esta idea nos abre un nuevo planteo filosófico: el voto es el elemento más importante que tenemos para que los ciudadanos se encuentren representados en el Congreso. A los dirigentes que nos toca ser depositarios de ese voto, nos cabe también una responsabilidad enorme: el compromiso y conciencia de comprender que representamos a una cantidad importante de personas que nos votó para que defendamos sus intereses, y esa tarea es la que nos corresponde llevar adelante no sólo con los proyectos que se instalan en lo medios masivos, como los que no tienen columnas en los diarios ni repercusión en los medios audiovisuales; pues no debemos olvidar también que existen una cantidad elemental de proyectos de ley, de resolución o de declaración que poseen una jerarquía destacada en la coyuntura nacional y en la vida cotidiana y que no tienen repercusión en los medios masivos.
El Poder Legislativo, lugar que me toca ocupar gracias al voto de los ciudadanos de mi provincia, fue un elemento central en la arquitectura fundacional de la Argentina. Por sus diferentes sedes franquearon los más ilustres representantes de la política nacional: Alfredo Palacios, Aristóbulo del Valle, Leandro .N. Alem, Hipólito Yrigoyen, Dalmacio Vélez Sarsfield y Bernardo de Irigoyen entre otros. Los Códigos Civil, de Comercio, Penal y de Minería; la construcción de Puerto Madero; la construcción de la fragata “Sarmiento”; la fundación del Colegio Militar de la Nación y de la Escuela Naval; la creación del Parque Tres de Febrero, con el jardín Zoológico y el jardín Botánico ; la ley 1420 de Educación Común; la creación del Banco de la Nación Argentina, de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, de la Caja de Conversión y de la Dirección General de Correos y Telégrafos; la federalización de la Ciudad de Buenos Aires; la fundación de la ciudad de La Plata; las leyes de Ferrocarriles; la apertura de la avenida de Mayo y de la avenida de Circunvalación - hoy General Paz - entre otras tantas cuestiones pasaron por el Parlamento a fines del siglo XIX, y permitieron que la Argentina del Centenario estuviera construida sobre bases constitucionales sólidas y legítimas.
A mediados de siglo pasado la aparición del peronismo como elemento fundamental para la defensa de los derechos sociales y laborales y el desarrollo de la industria nacional generó también en el Congreso una serie de debates históricos que finalmente legitimarían el aguinaldo, las vacaciones pagas, jornadas máximas de ocho horas, el reconocimiento de los derechos gremiales, el voto femenino, la creación de la línea aérea de bandera y de la Marina Mercante, la creación de Gas del Estado y la nacionalización de los Ferrocarriles, la creación de la Comisión Nacional de Energía Atómica y el desarrollo de la industria automotriz, entre otros. Allí también el Parlamento ocupó un lugar importante que finalmente resultaría en un cambio sustancial en la realidad cotidiana de millones de argentinos.
Por supuesto, no quiero dejar de nombrar algunos detalles de la enorme transformación que se viene realizando en el país desde el 25 de mayo de 2003 a la fecha que este Parlamento viene acompañando. Quizá algunos no tienen memoria. Por eso, es bueno recordar que este modelo de transformación bajó la desocupación a más de la mitad con la creación de 4 millones de puestos de trabajo, se convocó a paritarias y se aumentaron salarios y jubilaciones. Además, se redujeron drásticamente los índices de indigencia y pobreza, inclusive con el la Asignación Universal por Hijo. Los fondos recuperados de las AFJP permiten aumentar las jubilaciones y pensiones dos veces al año a través de una Ley de Movilidad Jubilatoria. Este modelo viene impulsando economías regionales y privilegiando el trabajo argentino. Además, se recuperó Aerolíneas Argentinas para que las rutas aéreas integren a toda la Nación. No debemos olvidar que el presupuesto de Educación es el más alto en la historia del país y se construyeron 700 nuevas escuelas, además de reacondicionar las existentes para que la educación no sea un privilegio de unos pocos. Se creo un Ministerio de Ciencia y Tecnología y se siguen construyendo hospitales en todo el país. Gracias a una política de desendeudamiento se siguen acumulando reservas mientras se continúa pagando la deuda pública que adquirieron gobiernos anteriores. Y por supuesto se sigue avanzando en la integración latinoamericana. Y si me lo permite, señor presidente, quisiera recordar algunas leyes que se votaron el año pasado como muestra de la transformación que se viene encarando en los últimos años: Ley de Servicios Audiovisuales, Reforma Política, Creación de cinco Universidades, Creación del Instituto Nacional del Libro, Banco Nacional de Datos Genéticos, Individualización de todo recién nacido, binomio madre hijo, Obtención del ADN del imputado o de otra persona para su identificación, Día de la no violencia contra la mujer, el 25 noviembre de cada año, Mayoría de Edad a los 18 años, Reactivación del Plan Nuclear Argentino. Construcción de una nueva Central Atómica y refuncionalización de Embalse Río III, Creación del Ente Nacional del Alto Rendimiento Deportivo, Prorroga de la Ley 26.160 del Fondo de Reparación Histórica para las comunidades indígenas, Régimen de jubilación del 82 por ciento móvil para todos los docentes universitarios, entre otras tantas propuestas.
En lo que respecta a mi provincia, a Salta, quisiera realizar algunas reflexiones sobre hombres y mujeres que han dejado su marca en la historia. Tal es el caso de Juana Manuela Gorriti quien se ha hecho célebre no sólo por su vida llena de vicisitudes sino por su innegable valor como literata y por ser en su madurez una política progresista. Amante de las letras, doña Juana Manuela, nació el 15 de julio de 1818 en Horcones (campamento fortificado situado en Rosario de la Frontera, Salta). Hija del general José I. Gorriti y doña Feliciana Zuviría y sobrina del célebre político y canónigo Juan Ignacio Gorriti. Su padre fue la mano derecha del general Martín Miguel de Güemes. Este la llamaba la “Flor de la maleza” por su cabello rizado y rubio.
También podríamos mencionar el caso de doña Juana Azurduy de Padilla, que nació el 12 de julio de 1780 en Chuquisaca, Sucre y murió el 25 de mayo de 1862 en Sucre, Bolivia y que participó en la lucha por la independencia latinoamericana. Recordar a doña Juana Azurduy es traer a la memoria a una de las mujeres que hizo de la lucha libertadora latinoamericana su bandera. En 1816, Juana y su esposo, quienes tenían bajo sus ordenes 6000 indios, sitiaron por segunda vez la ciudad de Chuquisaca. Los realistas lograron poner fin al cerco, y en Tinteros, Manuel Ascencio Padilla encontró la muerte. Manuel Belgrano, en un hecho inédito, envió una carta donde la nombraba teniente coronel. La cabeza de Padilla fue exhibida en la plaza pública durante meses; ésta se convirtió en un símbolo de la resistencia. El 15 de mayo de 1817 Juana, al frente de cientos de cholos, la recuperó.
Juana Azurduy intentó reorganizar la tropa sin recursos; acosada por el enemigo, perdió toda colaboración de los porteños. Juana decidió dirigirse a Salta a combatir junto a las tropas de Güemes, con quien estuvo tres años hasta ser sorprendida por la muerte de éste, en 1821. Decidió regresar junto a su hija de 6 años, pero recién en 1825 logró que el gobierno le dé cuatro mulas y cinco pesos para poder regresar. En 1825, se declaró la independencia de Bolivia. El mariscal Sucre fue nombrado presidente vitalicio. Este le otorgó a Juana una pensión, que le fue quitada en 1857 bajo el gobierno de José María Linares. Doña Juana terminó sus días olvidada y en la pobreza, el día 25 de mayo de 1862, cuando estaba por cumplir 82 años. Sus restos fueron exhumados 100 años después para ser guardados en un mausoleo en Sucre, que se construyó en su homenaje. En nuestro país su figura adorna desde hace poco tiempo el Salón de las Mujeres en la Casa Rosada también desde el 14 de julio de 2009, nuestra presidenta ha ascendido pos-morten al grado de general del Ejército Argentino a doña Juana Azurduy de Padilla. Señor presidente: los pueblos no deben dejar en el olvido a seres como doña Juana Azurduy de Padilla. Traer a la memoria la historia de los forjadores de la lucha emancipadora de América Latina es poner en el presente los sacrificios y los esfuerzos que han tenido que superar los pueblos de entonces para permitirnos la libertad que hoy tenemos.
Además, no debemos olvidar al general Juan Antonio Álvarez de Arenales. Para algunos autores el general Juan A. Álvarez de Arenales nació en Salta; los antecedentes históricos revelan dudas al respecto. Hijo de Francisco Álvarez Arenales y de María González. Fue educado para seguir la carrera eclesiástica. Arenales optó por la carrera militar. Tras concluir sus estudios fue enviado al Alto Perú, donde formó parte de la Revolución de Chuquisaca del 25 de mayo de 1809. Participó en la creación de la Primera Junta que buscó emanciparse de las autoridades españolas. De esa manera, Arenales se convirtió en dirigente contra el gobierno colonial y comandante de las milicias que organizó. Sofocada la insurrección por parte del realista Vicente Nieto, sus tropas se dispersaron y fue arrestado. Enviado preso a las casamatas del Callao, se escapó en fecha desconocida, llegando en secreto a Salta. Allí se casó y fue nombrado regidor del cabildo. Producida la invasión realista de 1812, fue arrestado por los realistas.
Peleó en la batalla de Salta, el 20 de febrero de 1813, como jefe del estado mayor. Por su brillante desempeño, la Asamblea del Año XIII le concedió la ciudadanía argentina, con residencia en Salta. Subió al Alto Perú con la segunda campaña, al mando de Belgrano, y fue nombrado gobernador de Cochabamba. Después de las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, intentó por un tiempo defender su provincia, pero fue vencido. Sin embargo, ayudó a Ignacio Warnes a defender la provincia de Santa Cruz de la Sierra. Con la victoria en la batalla de La Florida, en que recibió muchas heridas y casi perdió la vida, aseguró la entrada al Alto Perú del Ejército del Norte, en su tercer intento por incorporar el Alto Perú a la revolución, al mando de José Rondeau, y reocupó la ciudad de Cochabamba. Cuando los patriotas fueron derrotados en Venta y Media, Rondeau se dirigió a reorganizarse a Cochabamba, donde fue derrotado por Pezuela en la Batalla de Sipe-Sipe, en noviembre de 1815. Arenales intentó resistir por unas semanas, pero fue derrotado en Samaypata y regresó a Salta. Allí fue ascendido a general y se enfrentó al caudillo Martín Miguel de Güemes por la forma en que éste llevaba adelante la guerra gaucha, exitosa estrategia defensiva de defensa de la frontera norte del país, pero muy costosa para la provincia, en especial para las clases altas.
En 1819, se incorporó al Ejército de los Andes en Chile. El general José de San Martín lo designó al mando de una división para su expedición libertadora al Perú. Durante la primera campaña logró cuatro victorias en Palpa, Nazca, Cuesta de Tarma y, la más importante, la batalla de Cerro de Pasco. Logró tomar varias provincias para los patriotas: Ica, Huamanga, Huánuco, Huancavélica y Pasco. Los realistas temieron perder contacto con el interior, de modo que evacuaron Lima y aunque San Martín lo envió a una segunda campaña a la sierra, no pudo impedir la retirada del virrey José de la Serna y la ocupación de todo el interior del país. Arenales era un militar de carrera, que jamás vistió ropas civiles, que no necesitaba sirvientes, y que ensillaba su propia mula; si era necesario, la herraba él mismo. No permitía que nadie lo tratara con familiaridad y creía al pie de la letra en las jerarquías militares.
Tras la proclamación de la independencia del Perú, fue nombrado gobernador de las provincias norteñas del futuro territorio peruano, donde el gobernador de Trujillo se había pasado a los patriotas. Allí tuvo la responsabilidad sobre la instrucción de las tropas y la preparación de la campaña al Ecuador y fue gratificado con el rango de Gran Mariscal. Poco antes del encuentro de Guayaquil entre San Martín y Bolívar, intentó sin éxito mediar entre ellos. Decepcionado, se retiró en 1823 a Salta. El 1 de enero de 1824 fue nombrado gobernador de Salta. Su administración fue ordenada y eficiente. Al año siguiente hizo una última campaña al Alto Perú, esperando luchar contra el último reducto realista en esas provincias; pero el general Pedro de Olañeta murió asesinado por sus propios soldados, y en definitiva no logró nada.
Falleció en la localidad de Moraya, Bolivia, en 1831, en la casa del coronel José Manuel Pizarro. En mayo de 1959 llegaron a Salta sus restos, siendo depositados en el "Panteón de las Glorias del Norte de la República", tras cumplirse una emotiva ceremonia cívico militar en el templo mayor de la catedral de Salta.
Muchos fueron los hombres y mujeres que con sacrificio y heroísmo contribuyeron a forjar los destinos de nuestra querida Patria. Uno de ellos fue el salteño don Calisto Ruiz de Gauna. De su natalicio los registros cuentan que fue alrededor de 1748. Su niñez transcurrió en Cerrillos. Su juventud en Sumalao. Este patriota al momento de la Revolución de Mayo ocupaba, desde 1807, el cargo de regidor en el cabildo y Comandante de Milicias de La Intendencia. Opositor a las actitudes del último gobernador realista de Salta, Nicolás Severo de Isasmendi, fue encarcelado al igual que otros cabildantes en las celdas de la cárcel que funcionaba en el Cabildo. Planificaron la fuga y Gauna fue comisionado a trasladarse a Buenos Aires a informar a los criollos sobre los sucesos salteños. Las seiscientas leguas, de ida y vuelta, que separaban Salta y Buenos Aires, fueron cumplidas en diecisiete días (incluido uno de descanso), a galope tendido. La patria requería de esos esfuerzos. Don Calisto Gauna, (citado por algunos autores como el “chasqui de la libertad”) regresó portando los despachos de la junta de gobierno revolucionario, mediante el cual se daba por concluido el gobierno de Isasmendi y se designaba como nuevo gobernador a Chiclana. Esto le permitió acceder al cargo de Teniente Coronel. Posterior a este heroico aporte Gauna prosiguió prestando servicios en beneficio de los ideales de Mayo. Debido a su edad no participó en acciones bélicas. Fue Alcalde Primer Voto. Gobernador sustituto del General Güemes, quién lo designa Coronel de Milicias. El 27 de enero de 1833 murió, en su estancia” El Carmen de Peñalba”, en Las Costas, provincia de Salta.
O también podemos mencionar la vida de Doña Martina Silva de Gurruchaga, una de las tantas mujeres que en los años difíciles de nuestra lucha independista, fuera protagonista aportando coraje y valentía a la gesta libertadora de nuestro país. Nacida en la ciudad de Salta el 3 de noviembre de 1790, fue bautizada en la Iglesia de San Juan Bautista de La Merced por fray Felipe Cazalez. Su padre era Don Marcelino Miguel de Silva, quien siendo oriundo de Buenos Aires se radicó en Salta en el último cuarto del Siglo XVIII como Secretario del Tribunal de la Real Audiencia, ejerciendo más tarde y con alternativas hasta el año 1826 el cargo de Escribano Secretario del Cabildo de Salta. Su madre fue Doña María Isidora Fernández de Córdoba, salteña, descendiente de los nobles españoles que se establecieron en Salta desde los primeros tiempos de la colonia.
En 1810, contrajo enlace con Don José Fructuoso de Gurruchaga, patriota salteño que acababa de regresar de España donde había trabajado generosamente con su hermano Francisco, con Miranda, los Moldes, San Martín, Pueyrredón, O’Higgins y otros americanos para preparar la revolución que convulsionara a América. Tuvo esta mujer de carácter, activa participación en la batalla de Salta, en el apoyo material y espiritual al general Belgrano y a la causa de la Revolución de Mayo, como así también en la llamada “Guerra Gaucha”. En el libro Historia del General Güemes y de la Provincia de Salta, o sea de la Independencia Argentina, en la página 487, el autor describe los preparativos secretos de los patriotas en Salta para el apoyo a brindar a Belgrano cuando llegase a dicha ciudad, luego de su triunfo en la Batalla de Tucumán. Téngase en cuenta que Salta se encontraba ocupada por las tropas realistas, incrementadas con aquellas que se habían retirado de Tucumán a órdenes del general realista Pío Tristán (noviembre 1812). Y dice: “Por otra parte, se alistaban recursos y aun se preparaban ocultamente soldados para auxiliar a Belgrano, cuando llegara; como que doña Martina Silva, que tenía su casa en los Cerrillos pocas leguas al sur de la ciudad, con toda cautela preparó, armó y equipó con sus propios recursos, una compañía de soldados, los cuales presentaría a Belgrano el día de la batalla, bajando al campo por las lomas de Medeiros; por cuya brillante actitud muy agradecido aquel general, la premiaría merecidamente.” El mismo autor y en la misma obra citada, en su relato del desarrollo de la Batalla de Salta (20 de febrero de 1813), en la página 506, dice: “ Aparecía también en aquellos momentos, coronando las lomas de Medeiros, gran porción de paisanos a caballo, que al verlos así a lo lejos, como en Suipacha, produciría acaso en el ánimo de las tropas la idea asustadiza de que un nuevo ejército les venía por la espalda, y acabaría por decidirlos a la fuga. La tal aparición se debía a la combinación de algunas decididas señoras patriotas de la ciudad, que aquella mañana montaron a caballo y que apoyándose en la pequeña fuerza que había preparado una de ellas, doña Martina Silva, recorrieron la tierra que quedaba a espaldas de aquellas lomas, que era muy poblada de campesinos agricultores, los recogieron a todos y los arrearon a la batalla.”
Además de los numerosos y valiosos auxilios con que su esposo contribuyera para sostener la guerra por la independencia nacional, doña Martina como testimonio de su compromiso, donó de su propio peculio, en 1820, dos mil pesos fuertes (Aspecto que se encuentra debidamente asentado en fojas 3 del expediente archivado bajo el Nº 171 en la Sección Deuda de la Independencia de la Contaduría General de la Nación).
Falleció en Salta el 5 de marzo de 1873, rodeada del cariño de su familia y del respeto de los salteños, que perdieron con ella a una virtuosa matrona y a una preclara patricia de los días gloriosos de la revolución.
Pero reflexionando sobre estos apellidos ilustres, cómo no nombrar a Güemes. Tanto a Doña Magdalena “Macacha” Güemes, hermana del general Martín Miguel de Güemes, quien fue una ferviente colaboradora en la lucha por la independencia del Norte, como, por supuesto, al general Martín Miguel de Güemes, héroe nacional que nació en Salta el 8 de febrero de 1785, ciudad en la que próximamente se realizarán los actos en el aniversario de su muerte, que se conmemorará el 17 de junio de este año. Si me permite, señor presidente, quisiera explayarme aún más largo y tendido sobre este prócer pues lo considero un pilar fundamental de las luchas por la independencia nacional.
El General Martín Miguel Juan de Mata Güemes Montero, nombre real del héroe gaucho, nació en la ciudad de Salta, en la actual calle Balcarce N° 50, el 8 de febrero de 1785. El 13 de febrero de 1799 ingresó como cadete en el “Regimiento Fijo” de Buenos Aires que por aquel tiempo tenía un escuadrón en Salta. En 1805 el virrey Sobremonte dispuso el traslado del cadete Güemes a Buenos Aires. Intervino en las gloriosas jornadas de las invasiones inglesas (1806-1807), donde tuvo su bautismo de fuego atribuyéndose la toma de la fragata “Justina”. Por su actuación fue ascendido a alférez graduado. Al tiempo lo hicieron teniente de milicias. Durante la Reconquista de la Ciudad de Buenos Aires, el 12 de agosto de 1806, Güemes desempeñó funciones de ayudante de Liniers y en el transcurso de las mismas tuvo un destacado desempeño. En 1808, regresó a Salta con motivo de la muerte de su padre.
En 1810, cuando estalló el movimiento emancipador en Buenos Aires, se incorporó a las fuerzas de la Primera Junta y se lanzó sobre el Alto Perú con una partida de 60 jinetes llamada “Partida de Observación”. Nombrado capitán, contribuyó a la victoria de Suipacha el 17 de noviembre de 1810. El 7 de diciembre de 1813 es ascendido a teniente coronel graduado del Ejército.
Al año siguiente, San Martín lo nombró comandante de las avanzadas de Salta. En ese año, cuando los realistas ocuparon la ciudad de Salta, Güemes se apoderó en la Cuesta de la Pedrera de una guardia realista y la toma prisionera. El 9 de mayo del mismo año el director supremo, por recomendación de San Martín, lo nombra comandante general de la vanguardia. A partir de allí Martín Güemes organiza el ejército. Con avances continuos y una táctica militar que hasta entonces no había sido aplicada en nuestro territorio, logró que los españoles se retiraran hacia el Alto Perú luego de intentar quebrar la infranqueable barrera.
El 17 de abril de 1815, en el puerto del Marqués, Güemes ejecutó exitosamente una avanzada contra los españoles. Luego de esta victoria, con el pretexto de una enfermedad, se retira con sus hombres, caballos y armas rumbo a Salta. En Jujuy se apodera de 700 fusiles de propiedad del Ejército, que no eran utilizados pues requerían de reparaciones. Rondeau, hombre de escasas miras políticas y de limitada capacidad militar, exigió se le remitiera el armamento en devolución, a lo que Güemes se negó con el argumento de que era necesario llevar éstas a Salta para armar las partidas.
Finalmente el 6 de mayo de 1815, Güemes fue elegido gobernador de Salta, sentando el primer precedente en la historia nacional de un gobernante elegido por elección popular. La elección de Güemes como gobernador no fue del agrado de Rondeau que la interpretó como una maniobra contra su autoridad, por lo que se dirigió a Salta para derrocarlo pero fue hostigado por las milicias de Güemes. El conflicto se agravó adquiriendo tal dimensión que debió interceder el propio San Martín hasta lograr que el jefe porteño se aviniera a retractarse de los improperios que había lanzado contra la persona de Güemes y sus gauchos. Rondeau debió entender que Güemes era imprescindible en el contexto del plan sanmartiniano. Por ese entonces, la pacificación se imponía para poder concretar el congreso independentista de Tucumán. Los hermanos Figueroa lograron llevar a Güemes hasta Los Cerrillos para una entrevista con Rondeau, y ambos firmaron el 22 de marzo de 1816 el “Pacto de Los Cerrillos” por el que se reconocía una paz sólida entre el ejército auxiliar y el gobernador de Salta. Concretado el Congreso, Pueyrredón fue designado director supremo. Apoyó el plan libertador y depositó plena confianza en el accionar de Güemes. En marzo del año siguiente, los patriotas atacan a los realistas en Humahuaca, Tilcara e Iruya. En setiembre, en el Rosario. En octubre en Orán, Santa Victoria y San Antonio de los Cobres. Por sus brillantes triunfos fue reconocido con el grado de coronel mayor, una medalla de oro y plata y una pensión vitalicia para su primer hijo; una medalla de plata para los oficiales, y para el resto de la tropa un escudo con la inscripción “a los heroicos defensores de Salta”.
La historia de nuestra Patria, se ha forjado a través de luchas militares y políticas. El general Martín Miguel de Güemes, que ha sido declarado héroe nacional por la ley 26.125, no ha sido ajeno a estas controversias, pero su accionar siempre estuvo marcado por los ideales revolucionarios que junto al General San Martín, Manuel Belgrano, Simón Bolívar, Bernardo O’Higgins, José Artigas y otros, fueron enarbolados en la lucha por la emancipación de los países latinoamericanos; por ello pongo especial énfasis en su figura.
Por último, señor presidente: hoy, en la Argentina del Bicentenario, y comenzando un nuevo siglo, los argentinos tenemos la posibilidad de crear la arquitectura fundacional de un nueva Argentina, más justa, más solidaria; tenemos una oportunidad histórica de exponer ideas; escuchar y debatir políticas estructurales de Estado que definan canales estratégicos de país a mediano plazo que perduren más allá de los cambios de gobiernos y sean objetivos de la Nación toda. Además, creo firmemente que debemos volver a los objetivos planteados por nuestros próceres de Mayo y de la independencia como San Martín, Bolívar y Güemes quienes tenían la idea de la construcción de una patria grande con una mirada latinoamericana.
Los festejos que se llevaron a cabo en todo el país integraron a todo el conjunto de la sociedad argentina, donde se acercaron familias en un clima de paz y concordia en medio de un ambiente de sana festividad y esto es digno de destacar.
Por ello y por todo lo anteriormente expuesto, creo que el Bicentenario nos muestra lo importante que es que realicemos un ejercicio de memoria colectiva y reconozcamos a los verdaderos artífices de estos valores que nombré, y que definitivamente encontremos nuestra senda mirando al futuro y revalorizando los valores de unidad, de federalismo y de progreso con objetivos comunes.
Ojalá el Bicentenario nos entregue esta enseñanza.