6. INSERCIÓN SOLICITADA POR LA SEÑORA DIPUTADA GIL LOZANO

Fundamentos de la abstención de la señora diputada en la votación del dictamen de las comisiones de Peticiones, Poderes y Reglamento, de Cultura y de Presupuesto y Hacienda en el proyecto de ley del señor diputado Giubergia y otros sobre creación en el ámbito del Honorable Congreso de la Nación de la Comisión Bicameral del Bicentenario del Éxodo Jujeño del Año 1812-2012


Hablar de esta comisión bicameral me genera sentimientos fuertemente contradictorios. En parte, porque el tema me afecta en lo personal, ya que si bien no me he abocado particularmente a ese período, soy historiadora profesional.
En este sentido, quisiera afirmar mi fuerte adhesión a la gesta emancipadora, entendida como una gran tarea colectiva llevada con coraje y devoción por un gran número de mujeres y hombres cuyos nombres hoy no recordamos, y que lograron poner fin a una sociedad de injusticia y discriminación como era la sociedad colonial iberoamericana.
Siempre me ha generado desconfianza e incluso fastidio que esta auténtica epopeya sea contada a partir de un pequeño grupo de grandes personajes no casualmente siempre varones, como nos inventa Pigna.
En particular, el Éxodo Jujeño se enmarca en una zona donde la guerra de liberación tuvo un marcado carácter popular. En efecto, la llegada de la primera expedición con Castelli, que decretó la supresión de las castas justamente hace 200 años, el 25 de mayo de 1811, le generó el odio de toda la oligarquía altoperuana que vivía de la explotación de los pueblos originarios. Luego de la dolorosa derrota de Huaqui los patriotas no podían ni ingresar a las ciudades. En muchos casos, como la oligarquía salteña, su actitud fue de permanente vacilación y traición a la causa patriótica, actitud que le costaría la vida a Martín Miguel de Güemes, que no sólo debía cuidarse de los españoles sino de la puñalada por la espalda.
Sin embargo, el pueblo de esa región mantuvo la llama revolucionaria. Desde esa época hasta 1824, cuando Sucre derrota definitivamente a Olañeta y concluye la guerra, las constantes invasiones realistas fueron respondidas por una acción bélica popular que muchas veces no se recuerda. El Éxodo Jujeño, que tuvo lugar cuando Belgrano se tuvo que retirar de Jujuy por orden del primer Triunvirato, fue una de las primeras acciones de una serie de enfrentamientos populares que muchas veces se los recuerda como “La Guerra de las Republiquetas” pero que, en realidad, fueron levantamientos populares de los sectores subalternos que no querían volver a la situación colonial. Aquí, llamativamente, aparece el nombre de la única mujer, Juana Azurduy, pero fueron muchas y muchos más. En suma, quiero reafirmar que reivindico toda esa faz de la guerra revolucionaria y en tal sentido reivindico este hito histórico.
Pero esta reivindicación debe surgir de un acabado conocimiento que sólo llega por vía de la investigación histórica. Debemos abandonar esa actitud de pensar que la historia es una serie de actos escolares donde nos referimos a episodios que ni siquiera conocemos. Y esta es una tarea de especialistas. Tenemos importantes y prestigiosas universidades nacionales donde las carreras, escuelas e institutos recibirían agradecidos nuestro apoyo monetario para orientarlos en investigaciones específicas sobre este tema. Me parece que hay apuntar allí y no a una comisión bicameral cuyo objetivo no resulta claro y que carece de los controles académicos necesarios para poder echar más luz sobre esta gesta.
Pero también se puede echar más luz desde una historia militante, siempre que no se transforme en ocho, nueve o diez. Porque además, el sacrificio del pueblo jujeño no se agota en el Éxodo Jujeño, sino que sigue estando presente hasta nuestros días. Esta mañana, en la Comisión de Legislación del Trabajo, el señor diputado Giubergia se refirió a cómo los chicos en su provincia juntaban la basura y todos los problemas que había.
Ustedes saben de mi compromiso para reformar la ley de trata y para que se asignen más recursos a las políticas públicas sobre niñez. Por ello, me parece inaceptable pensar en la necesidad de una Comisión Bicameral y menos con semejante asignación de recursos para su funcionamiento, cuando las políticas públicas sobre violencia de género, trata de personas y protección de la niñez, acusan un gran retroceso producto de la falta de dinero para poder emprender acciones más comprometidas, ya no en Jujuy sino en muchas otras provincias donde también los chicas y chicas son sometidos a formas de trabajo infantil, a revolver la basura en las calles para poder sobrevivir u obligados y obligadas a prostituirse por las condiciones de marginalidad y extrema pobreza en las que están insertos.
Hoy, podría ser un día muy digno para la Cámara si este cuerpo rechazara el proyecto y en el futuro tomara mayor conciencia a la hora de asignar los recursos del pueblo argentino.
 

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