Una vez más nos encontramos analizando un proyecto de ley de presupuesto, y una vez más, como desde hace ya 9 años, el extravío opositor sólo nos regala pronósticos de hecatombes y anuncios apocalípticos, que únicamente son recursos pirotécnicos de oratoria pero que en nada se vinculan con la realidad económica del país. Pese a estos augurios derrotistas, el país sigue avanzando y superando obstáculos, guiado por un gobierno que trabaja para allanar un camino en el que algunos se empecinan en colocar piedras.
No estamos en el paraíso, pero afortunadamente nos encontramos muy lejos del infierno al que alguna vez nos condenaron las políticas neoliberales. La Argentina no está fuera del mercado mundial. Es un país que tiene un grado de apertura de sus importaciones y exportaciones, o sea un grado de exposición al comercio mundial muy elevado. Por tanto, si bien muchos detractores de la política de este gobierno tienden a negarlo o lo desconocen, sería necio pensar que la crisis mundial no va a tener ningún impacto en la economía argentina.
Pero en la Argentina se están dando respuestas, que no son ortodoxas, a la crisis mundial. Las respuestas ortodoxas muchas veces fueron paquetes a medida elaborados por los organismos internacionales de crédito, y nuestro país ha sufrido por respetarlos a rajatabla, habiendo sido el mejor alumno, dicho esto por las propias autoridades de estos organismos internacionales. Ahora vemos que esto mismo se replica en otros países que no han tenido una experiencia como la nuestra. Nosotros podríamos aplicar un paquete anticrisis tradicional ante esta coyuntura mundial sin ningún problema, e iniciar una fase de ajuste presupuestario para generar más holgura fiscal. Es decir que podríamos rebajar jubilaciones, rebajar salarios, contraer la oferta monetaria, contraer el crédito, retraer el gasto público, eliminar las inversiones públicas y empezar con la obra de reprivatizaciones de aquello que es estatal.
Es decir, podríamos atender a la crisis mundial con un festival neoliberal, como está ocurriendo en otros países, y aplicar la batería de recetas que ya aplicamos al calor del encantamiento final de la fase neoliberal, cuando respondimos a una crisis neoliberal con más neoliberalismo, y ese fue el estallido de 2001 de la economía argentina, con su secuela de pobreza, indigencia y desempleo.
Vemos la situación social que se está viviendo en Europa, particularmente en España o en Irlanda, y encontramos que la tasa de desempleo está cerca de un cuarto o un quinto de la población en condiciones de trabajar, y eso es una calamidad social que no tiene precedentes en la historia económica reciente.
Por eso, en términos de la discusión presupuestaria, hay que tener en cuenta lo que está ocurriendo más allá de nuestras fronteras, más allá de las cuestiones locales, por la gravedad de la situación mundial. Situación que se ha iniciado en Estados Unidos, país que de alguna manera se ha estabilizado, pero que ahora ataca muy fuerte a Europa, y que probablemente se esté contagiando a naciones como China, cuyas exportaciones no tienen otro destino que los países centrales. Por lo tanto, al caer la demanda en esos países van a sufrir las economías de Asia, como ya está sufriendo también la economía brasileña.
Nuestra economía está de alguna manera menos expuesta financieramente, y comercialmente tiene una potencialidad diferente, gracias a las políticas llevadas adelante por este gobierno. Esto porque estamos menos endeudados que las naciones europeas. Estamos menos endeudados y tenemos más espalda financiera por las reservas que hemos acumulado, pero de ninguna manera podemos hacer este presupuesto olvidando lo que está ocurriendo en el resto del mundo.
Todos conocen que en la historia económica argentina hubo una fase agroexportadora, otra de industrialización y otra neoliberal y de desindustrialización. Es interesante rescatar la cuestión de la existencia o no de industria en el país, porque eso hace a uno de los ejes centrales de la política de crecimiento con inclusión social. Entendemos que los procesos industriales y una orientación del crecimiento hacia una estructura productiva con una fuerte impronta industrial, permiten que el crecimiento tenga mayor equidad e inclusión. Esto es así porque la industria brinda mucho mejor empleo, empleo de calidad, empleo formal, y muchas veces empleo urbano, aunque se están haciendo grandes esfuerzos para radicar industrias en zonas rurales, porque la idea es industrializar también el campo y la ruralidad.
Entonces, el gobierno está tomando fuertes medidas para industrializar, y para evitar que la Argentina sea un coto de caza de la especulación financiera, que además paradójicamente gana en la crisis. Porque muchas veces a la especulación financiera le va mejor en la crisis que fuera de ella, porque tiene más oportunidades. Basta mirar cómo se mueven las bolsas y las divisas, para ver que durante las crisis se puede hacer una fortuna de un día para el otro. Por esto, los especuladores financieros quieren que todo sea libre, que cualquiera que quiera especular pueda tener los dólares, y que las divisas extranjeras puedan entrar y salir sin ninguna condición; que se emita deuda en dólares para usarla como otro elemento más de la especulación, y así seguir con sus negocios sin ningún tipo de regulaciones. Por el contrario, nuestro país y otros países toman medidas para sostener su proceso de crecimiento, para preservar su mercado interno, para resguardar su economía, y para salvaguardar las conquistas que se han alcanzado en estos últimos nueve años.
Pero hacer una transformación en la estructura productiva de un país, luego de 25 años de neoliberalismo, no es tarea sencilla ni se realiza de un día para el otro; se trata de una labor ardua y larga. Industrializar a la Argentina llevó veinte o treinta años, y eso que no tenía como antecedente una caída tan abrupta como la que hemos sufrido en 2001 y 2002. Ahora estamos en un proceso de reconstrucción, y debemos tener en cuenta que a veces destruir algo lleva muy poco tiempo, pero reconstruirlo toma un lapso mucho más extenso. Sin embargo, estamos recorriendo un camino donde afortunadamente ya tenemos muy buenos resultados, sobre todo en términos de crecimiento. El crecimiento entre 1991 y 2002 promedió el 2 por ciento anual, mientras que de 2003 a 2011 la tasa de crecimiento promedio fue del 7,7 por ciento anual acumulativo. Aclaremos que no consideramos todavía las cifras de 2012 porque no son definitivas. Es decir que pasamos del 2 por ciento al 7,7 por ciento.
Por lo tanto, este es un modelo que genera crecimiento sostenido, incluso considerando la caída generada por la crisis mundial en 2009, crecimiento estable y permanente a tasas que se reproducen en muy pocos países del mundo. Crecer a estas tasas durante todo este período es una excepción, y lo hemos logrado en base a las políticas públicas aplicadas desde 2003. Este es uno de los pocos procesos de industrialización donde hemos tenido un sostenido superávit de la balanza comercial, que en promedio fue de 5,8 por ciento del PBI, pero además totalizó cerca de 13 mil millones de dólares anuales.
Esto muestra nuevamente la diferencia con los 90, donde el saldo promedio de la balanza comercial, tomado hasta 2001, fue de menos 1.300 millones de dólares. O sea que pasamos del déficit comercial permanente, sostenido y estructural, a un superávit comercial mantenido durante nueve años.
Asimismo, la nominación de buena parte de la deuda en moneda nacional es una ganancia en términos de independencia económica, y además el propio Estado financia al sector público nacional no financiero a través de diferentes dependencias como es el Banco Central, que presta plata al Tesoro nacional. Muchos deploran esto porque prefieren que nos presten los bancos extranjeros y las naciones extranjeras, antes de que lo haga nuestro Banco Central, pero este gobierno seguirá optando por las políticas que nos otorguen una mayor independencia económica.
Recordemos que antes el Banco Central tenía como único objetivo preservar el valor de la moneda, ya que lo que inspiraba la Carta Orgánica del Banco Central eran las ideas de tipo neoliberal monetarista, que pensaban que la emisión monetaria, la expansión del crédito y la expansión de la liquidez es directamente inflacionaria. Esta teoría está siendo refutada hoy en la práctica. Según esa teoría, si subo 10 por ciento la emisión monetaria, los precios también suben el 10 por ciento. Esto ya ha sido refutado en todo el mundo, y solamente pervive en el corazón de la ortodoxia, que sigue sosteniendo que fomentar el crédito o la actividad a través de la política monetaria es malo porque es inflacionario directamente.
En cambio, nuestro Estado hace lo que se llama política contracíclica, es decir, en momentos donde las fuentes privadas de demanda están cayendo, viene a alimentar el mercado y a potenciar la producción, de forma tal de impedir que la crisis sea violenta y genere devastación, tal como está sucediendo en otros países. En consecuencia, la tasa de inversión en la Argentina creció sustancialmente, y en estos años llegó a un promedio de aproximadamente el 21 por ciento del PBI. En 2011, a poco de la crisis de 2009, llegó al récord histórico de 24,5 por ciento, casi un cuarto del producto bruto interno en inversión. Estos son datos que también contribuyen para la fase de industrialización, ya que buena parte de ese aumento se debe al rubro maquinaria y equipo.
En 2011 tuvimos varios récords: 12,2 por ciento de crecimiento en maquinaria y equipo; la industria automotriz volvió a superar sus propias marcas con un récord de 826 mil unidades en 2011, es decir que prácticamente se ha duplicado la producción automotriz, que entre 1994 y 2002 se había contraído al 7,5 por ciento anual, creciendo un 21,3 por ciento entre el 2003 y el 2011. Son datos contundentes, son datos objetivos del cambio estructural que se está operando en la matriz productiva de la Argentina. Otro tanto pasa con la metalmecánica. Son sectores claves que tienen que ver con la reindustrialización porque este es el eje: crecimiento con inclusión social, concentrándonos en la reindustrialización de la economía argentina. Mientras el sector metalmecánico había caído a casi un 11 por ciento acumulativo entre 1995 y 2002, creció un 13 por ciento entre 2003 y 2011. También recordemos que hoy el gasto previsional es histórico; nuestros jubilados reciben el 8,4 por ciento del PBI. Esto también es un cambio estructural en la República Argentina, con un 90 por ciento de cobertura de la clase pasiva, la más alta de la región.
Pero obviamente también es fundamental fomentar el crecimiento del sector agropecuario y apuntalarlo porque es uno de los dos elementos centrales de nuestro proceso de crecimiento. Hacemos hincapié en la industrialización porque era aquello que habíamos perdido o habían destruido, aquello que nos habían quitado con la fase neoliberal y es lo que hay que reconstruir más fuertemente, pero jamás nos olvidamos del sector agropecuario.
El sector agropecuario, con las condiciones naturales que tiene la Argentina por la fertilidad de su suelo, está favorecido y es competitivo. No olvidemos que a pesar de la fertilidad de nuestro suelo, en los años 2001 y 2002, casi el 60 por ciento de las tierras de la Pampa Húmeda estaban hipotecadas por las deudas que tenía el sector agropecuario. Por lo tanto, dicho sector también ha sido partícipe de esta fase de crecimiento, más allá de todas las controversias que conocemos.
La inversión real directa del Estado tiene otro protagonismo. En el año 2011 la inversión real directa del Estado alcanzó 1,3 puntos porcentuales del producto bruto interno, es decir, tenemos un Estado que invierte. Durante la convertibilidad esta cifra era del 0,3 por ciento. Nos enseñan que es malo que el Estado invierta, pero nosotros tenemos un caso práctico: hemos encontrado que no es así, sino todo lo contrario. Es decir, la inversión pública acompaña y potencia la inversión privada. Si no hacemos puertos, si no hacemos caminos, si no ponemos más generación eléctrica, si no cambiamos la infraestructura argentina ¿quién va a hacerlo?
Repasemos igualmente algunos datos de la deuda en moneda extranjera sobre las reservas. En 2002, necesitábamos 12 veces nuestra reserva para pagar la deuda extranjera. Hoy ese mismo indicador es de sólo 2,3 veces, uno de los mejores del mundo. La deuda externa del sector público nacional sobre reservas, era del 836 por ciento de las reservas en 2002, hoy en día es de sólo 130 por ciento. Si uno tiene una deuda del sector público que es 800 veces el nivel de reservas, en realidad está prácticamente fulminado.
Cuando Néstor Kirchner inicia el gobierno, la tasa de desempleo rondaba el 20 por ciento, hoy se encuentra en el 7,2 por ciento, lo que significa una reducción realmente muy veloz. En informalidad, asalariados no registrados, también se generó un cambio estructural. El problema del empleo no registrado se da en todos los países periféricos, y en particular en América Latina. Esta informalidad llegó a ser prácticamente del 50 por ciento del empleo a fines de 2002, mientras que ahora el porcentaje es del 32,8 por ciento.
Estamos terminando el año arriba de los 10 mil millones de dólares de superávit comercial, cercano a los 12 mil millones, hoy no tenemos un acogotamiento de la balanza comercial, sino por el contrario, tenemos un muy buen resultado comercial que nos da espalda para sostener importaciones necesarias, prioritarias de la economía argentina para seguir creciendo.
La producción responde a la demanda, no como dice la ortodoxia, que la demanda responde a la producción, por lo tanto hay que tener políticas para fomentar la demanda. La inversión es el elemento más multiplicador dentro de la demanda, pero también lo son las exportaciones porque son una fuente de demanda para la producción nacional.
La previsión es que en 2012 vamos a crecer un 3,4 por ciento. Algunos dirán que es optimista, otros dirán que es pesimista, como siempre. Pero lo que vamos a hacer es emplear los recursos que están disponibles, porque cuando tenemos recursos disponibles de las reservas hay que usarlos concretamente para erogaciones de capital, o para infraestructura energética, es decir una infraestructura que requiere divisas que justamente son las que tenemos en nuestra reserva. Esas reservas son de todos los argentinos, y no cabe duda de que están en las arcas del Banco Central porque son de todos los ciudadanos. Así que vamos a usar esas reservas para honrar los compromisos de este país, o para hacer infraestructura para todos los argentinos.
Ahora, debemos analizar la proyección macroeconómica para el año que viene. Se están viendo algunos signos de reactivación de la economía brasileña asociados a un cambio en las políticas del gobierno brasileño. Están pasando de políticas contractivas a políticas expansivas, tanto en lo monetario como en lo fiscal, y están tomando más medidas prudenciales para cuidar su cuenta corriente. Esto implica salir de este liberalismo que nos llevaba al libre flujo de capitales sin ningún condicionamiento, poner trabas a la entrada de capitales especulativos, y aplicar una batería de medidas públicas. Se vislumbran igualmente signos de reactivación en determinadas industrias, y entonces esperamos que Brasil tenga un buen 2013. Se proyecta que va a ser mejor que este 2012, y en ello tendrán mucho que ver las acertadas medidas que está tomando la economía brasileña.
Cuando hay depresión y crece más el gasto que los ingresos, es porque se toman medidas contracíclicas. En cambio, si ante un proyecto similar de depresión crece menos el gasto que el ingreso, el proceso es procíclico. Pero esto también depende de lo que esté pasando con la economía. En un contexto de depresión, en un contexto recesivo a nivel mundial, lo que hay que hacer es sustituir la demanda externa por la demanda doméstica. Y ello es lo que continuará haciendo el Estado para apuntalar este proceso, poniendo más plata en la calle, haciendo más gastos en bienes de capital, e invirtiendo.
Cuando se dice que la inversión pública espanta la inversión privada, en nuestro caso es al revés. La inversión privada reacciona contrayéndose y aparece la inversión pública para sustituirla. Sería una entrada de inversión pública para sustituir la inversión privada que naturalmente se va porque el privado es temeroso del curso de su negocio futuro. Entonces, de nuevo vemos que estamos acompañando esta crisis con un impulso fiscal, aunque de menor envergadura que el de 2008/2009, porque la depresión es menor que la de aquellos años que fue de una magnitud gravísima. Estamos acompañando la crisis con un incremento mayor en el gasto que en los ingresos, porque esa es una medida de sana política económica, por lo tanto tenemos proyectado terminar el año con un gasto público mayor que el que había sido presupuestado. Hacer lo contrario, provocaría una fuerte y violenta recesión, acompañada de un fuerte crecimiento de los niveles de desempleo.
Nosotros estamos sosteniendo la producción de manera preventiva y efectiva, el empleo doméstico, las jubilaciones y las prestaciones sociales, en lugar de ajustarlas en un marco recesivo. Para el año que viene esperamos mejores números de la economía mundial. Por ello, estamos previendo para el 2013 un crecimiento del 4,4 por ciento, lo que equivale a tener un crecimiento mayor al de este año. Seguramente no faltarán las voces que pongan en duda estas previsiones. Pero esto no es novedad. En 2009 muchos economistas discutieron el presupuesto para el año 2010 y sus respectivas proyecciones, porque nadie esperaba que ese año la economía fuera a crecer en torno al 9,2 por ciento, y no olvidemos que en realidad tampoco nadie esperaba que en 2011 se repitiera esa tasa de crecimiento.
Reitero, estamos proyectando que el año que viene nuestra economía va a crecer moderadamente, un 4,4 por ciento. Entonces, podemos considerar que el impulso fiscal al que tendríamos que recurrir, prácticamente no deberá ser significativo. No podemos asegurarlo aún, pero lo que sí podemos asegurar es que este gobierno, en caso de presentarse un marco recesivo más fuerte que el actual y con una continuidad del estancamiento mundial, volverá a tomar nuevamente las medidas expansivas que sean necesarias. Por ende, ante esa posible coyuntura va a gastar más, implementará un mayor impulso fiscal y seguirá subiendo los sueldos y las jubilaciones. Además, seguirá incrementando la asignación universal por hijo, sostendrá las prestaciones sociales, mantendrá la obra pública, seguirá invirtiendo en la economía real, continuará llevando adelante toda la infraestructura y colocará el gasto al servicio de la producción.
Esto es lo que tenemos que hacer en caso de que el año próximo sea peor que el que tenemos proyectado. Pero insisto, prudentemente, estamos previendo un año mejor que éste para nuestras exportaciones, siguiendo la tónica de lo que parece ocurrir en el mundo, de lo expresado por los analistas, los indicadores y los gobiernos de los demás países cuyas economías se vinculan con la nuestra. Se afirma que la economía brasileña crecerá mucho; nosotros creemos que le irá mejor que este año. Por ello, en el presupuesto que viene prevemos manejar las cosas, no ya con un impulso fiscal tan fuerte, sino activando la marcha en lo relativo a los planes Procrear y al acompañamiento del sector energético. O sea, impulsando todo lo que sea imprescindible para sostener la economía cuando los privados internacionales y algunos nacionales quieran reducir sus inversiones ante la eventualidad de que el clima internacional no los favorezca.
Porque cuando las cosas se ponen complicadas, el único que permanece y cumple es el Estado nacional. Y allí estará el Estado entonces para apuntalar este proceso de crecimiento con inclusión social. Por eso, pese a todo este derrumbe económico de escala planetaria, nosotros hemos aumentado el gasto en servicios sociales. El gasto público alcanzó el 24 por ciento del producto en 2011, y también hubo un récord del gasto público social, 13,7 por ciento como porcentaje del PBI.
Algunos dirán que las jubilaciones y la AUH podrían ser más altas. En términos de jubilación, contamos con la mayor cobertura de Latinoamérica, además de contar con el plan social universal más ambicioso de la región. Esto refleja el gasto público social más grande de toda la historia reciente. Estamos gastando más en prestaciones sociales pero también lo hacemos en inversión, obra y salario públicos. Mantenemos el nivel de intervención del Estado en la economía, pero orientado al crecimiento con inclusión social, y no al pago de los intereses de la deuda externa.
Para algunos debe ser un escándalo que los fondos del Estado se inviertan en proyectos productivos e infraestructura, sin embargo para nosotros es un orgullo decir que hemos orientado el dinero de los argentinos a lo mejor que le puede pasar a nuestro pueblo, que es fomentar la producción, el empleo, la competitividad y la infraestructura, para que haya más aportantes, con mejores salarios, y que no tengamos que recurrir a otros fondos porque no nos alcanzan los recursos corrientes. Además, los recursos corrientes no son sólo de seguridad social, porque también se pagan jubilaciones con recursos provenientes del IVA y de rentas generales.
Pasando al tema del crédito, hay más crédito para la producción y algunas de estas mejoras sustanciales tienen que ver con lo que ha dispuesto el Banco Central. Entre ellas, que del 5 al 15 por ciento se preste para proyectos productivos y que el sector privado acompañe lo que viene haciendo el sector público con sus diferentes programas. Concretamente podemos referirnos al exitoso Crédito del Bicentenario con tasas del 9,9 por ciento. Además, si no hay créditos hipotecarios, porque los bancos y el sector privado financiero no prestan, aparece el Estado a través de un programa muy ambicioso que involucra a la construcción, el Programa de Créditos Argentina Bicentenario, que comprende la construcción de 400 mil viviendas, que es un programa destinado a durar más allá de cualquier crisis, aunque es muy oportuno haberlo lanzado en estos momentos. Ya hay gente con la tarjeta del plan ProCreAr gastando plata en corralones de materiales y contratando mano de obra para empezar a trabajar en sus casas. Esto irá tomando más ritmo, y sabemos que en un año vamos a estar cerca de los 100 mil créditos otorgados, con terreno propio y sin terreno propio.
Como hay que seguir ampliando la oferta eléctrica, la inversión pública fue un factor determinante en el crecimiento de ese sector. Hablamos de Yacyretá, de Enarsa y del Foninvemen, que es un fondo fiduciario para la construcción de generadoras eléctricas, de las que ya se han inaugurado algunas, y otras están en marcha. Paralelamente, sólo el 35 por ciento de la nueva generación eléctrica fue privada. Algunos extrañarán un mundo en el que el sector eléctrico tenía un elevadísima rentabilidad debido a que las tarifas eléctricas eran en dólares y pertenecientes al monopolio privado. En ese marco, es obvio que la inversión en electricidad era un negocio, porque se pagaban los salarios en pesos y la electricidad se vendía en dólares. Además, como los salarios estaban congelados, era un buen instrumento para la bicicleta financiera, que terminaba sacando los dólares del país, dólares que proveía el sector público, endeudándose. Pero ahora, y gracias a la intervención estatal, tenemos a la vista las ampliaciones del sector eléctrico, Yacyretá, Termoandes, Foninvemen, Güemes, Marsana, Enelba, Caracoles, Pilar, Loma de la Lata y Ensenada.
Como nos quedamos sin autoabastecimiento energético hizo falta importar energía, combustibles, lo cual aparece muy claramente en el 2011, luego en 2012, y seguramente también habrá alguna necesidad en 2013. Sin embargo la presidenta de la Nación ha tomado la valiente e histórica decisión de recuperar YPF, junto con otras medidas regulatorias del sector que también significan cambios estructurales e históricos. Esto no nos ha permitido solucionar el problema energético instantáneamente, aunque sí tener una perspectiva de que el estado de nuestro sector energético no va a depender de decisiones que se toman en la ciudad de Madrid, tal como ocurría con Repsol. Hoy las decisiones sobre YPF se toman en Buenos Aires, como la que tomó este Congreso cuando decidió que el 51 por ciento del paquete accionario y, consecuentemente, la dirección de la compañía, volviera a estar en manos del Estado. Por eso ya tenemos una reversión en cuanto a las inversiones en perforación e inversiones de riesgo. Es claro que no es un sector donde uno invierta y tenga resultados inmediatos, sino que hay que trabajar e invertir mucho. Tenemos un plan de inversión de 37.000 millones de dólares para revertir el desabastecimiento energético en el que está el país. Hay que advertir que no es poco lo que se necesita.
Todo se acompaña siempre con una política de administración del tipo de cambio que tiene en cuenta la cuestión de la competitividad y no quiere generar saltos bruscos que pueden ser lesivos para los intereses de la propia industria.
El índice de obreros ocupados en la industria creció un 40 por ciento prácticamente entre 2003 y 2011. Además, el índice de volumen físico entre 2003 y 2012 más que se duplicó, ya que fue de casi el 110 por ciento. Esta es una política de industrialización. En 2011 el empleo industrial subió el 4 por ciento y el salario industrial el 31 por ciento, estando muy por encima incluso de los índices que son dibujados por algunas consultoras que calculan incrementos de precios de hasta el 40 por ciento. La verdad es que la falsedad de esos indicadores surge de las propias encuestadoras que no muestran la metodología, ni cómo llegan a ese número, por lo que la fabulación surge inequívocamente. De todos modos, por encima de cualquier índice que ande dando vueltas, hay un 31 por ciento de crecimiento de los salarios industriales.
Entre 2005 y 2011 hay más de cinco millones de jubilados nuevos, tanto con moratoria como sin moratoria, lo que refleja un 60,9 por ciento de aumento. Esto es algo para enorgullecerse como país, porque significa una cobertura del 93 por ciento de la población en edad de jubilarse; recordemos que en 2001 este dato estaba en el 70 por ciento. En cuanto a los haberes jubilatorios, es trascendental referirse al haber mínimo. Obviamente que nos interesan todos los jubilados, pero los que más nos interesan en términos distributivos son los que cobran la mínima, porque lograr la equidad implica aumentar más del promedio la mínima que la máxima. Por ese motivo el haber mínimo aumentó un 1.153 por ciento en pesos.
También aumentó el salario mínimo, vital y móvil, que tuvo un crecimiento de más de 2.000 pesos, y ya sabemos que hay más de cinco millones de nuevos puestos de trabajo. Estamos tomando estadísticas industriales y no industriales. Estos son los puestos de trabajo registrados, que en este momento son 7,7 millones, tomando la cifra del 2011, con lo cual podemos decir que entre 2002 y 2011 los puestos privados se incrementaron en un 78 por ciento, mientras que los públicos en un 61 por ciento. Reitero que nos referimos a puestos de trabajos registrados, por lo que hay que contemplar las cifras de trabajo no registrado.
Pasando a las negociaciones colectivas de trabajo, hay 4,2 millones de personas comprendidas en esas negociaciones en 2011 y 1.864 negociaciones paritarias cerradas. Recordemos que en 2004 esa cifra había sido de 348. En 2003, 6 de cada 10 adultos mayores recibían el beneficio jubilatorio, en el período 2003-2011 esa relación es de 9 de cada 10 adultos. En el año 2004, 5 de cada 10 asalariados eran informales, hoy son 3,5 de cada 10.
Y cuando haga falta, ahí va a estar el Estado argentino para asistir a los productores, a los empleadores, a los empleados, a los que cobran beneficios sociales, a todos los que necesiten que su gasto, que para nosotros y para los industriales también es demanda y mercado interno, se pueda sostener en un marco desfavorable, como el que estamos experimentando en la economía mundial.
En cuanto al producto bruto interno, proyectamos un crecimiento del 3,4 por ciento para 2012, del 4,4 por ciento para 2013, del 4,3 por ciento para 2014 y del 4 por ciento para 2015. Estas son las proyecciones que estamos presentando, que también se encuentran desagregadas por componentes de oferta y demanda. Asimismo, para el 2012 esperamos 82.000 millones de dólares de exportaciones y 70.000 millones de importaciones. Y para el año que viene esperamos 92.000 millones de dólares de exportaciones y casi 80.000 millones de importaciones.
Este presupuesto está orientado a sostener, dar continuidad y profundizar la política de crecimiento con inclusión social, lo que equivale a fortalecer el tejido productivo de la Argentina para tener más empleo, de mejor calidad, y mejores salarios. Estamos contentos por no tener que estar anunciando que habrá impuestazos, ni devaluaciones. Aquí traemos un poco de certidumbre, de tranquilidad y de previsión, para generar un buen entorno para la inversión privada. Los privados deben saber que sus actividades serán acompañadas con inversión productiva. Desde el sector público se hará todo lo necesario para acompañar a los más débiles en caso de que se presente un contexto desfavorable.
Por ello, vamos a seguir incrementando jubilaciones, haberes mínimos y salarios en general, porque queremos generar mercado interno, que es consumo casi inmediato. Eso representa más producción, más empleo y más crecimiento con inclusión social. No hicimos y no vamos a hacer lo que recomiendan los organismos financieros internacionales, las consultoras, y las calificadoras. Ellos piden ajuste del gasto, del crédito, de los salarios, de las jubilaciones y de las prestaciones sociales, y eso no va a volver a ocurrir en la Argentina mientras la amplia mayoría de los ciudadanos de nuestra patria sigan apoyando a la continuidad de este modelo nacional y popular.
Por todo lo expresado, es que apoyo el presente proyecto de presupuesto general de la administración nacional para el ejercicio fiscal correspondiente al año 2013, votando por su afirmativa.-