En vista de la trascendencia histórica, especialmente en términos simbólicos y culturales, del proyecto que aquí nos convoca, y de las implicancias que el mismo tiene para la recuperación y permanencia de la memoria y la denuncia del horror que asoló al país durante la última dictadura cívico-militar, no queríamos dejar pasar la oportunidad para recordar, brevemente, quién era Carlos Davit, y por qué la necesidad de designar con su nombre al puente ubicado en el km. 679,41 de la ruta nacional Nº 3, en cercanías de la ciudad de Bahía Blanca, en la provincia de Buenos Aires.
Carlos Alberto Davit, "El Pelado", como le decían sus amigos, nació el 11 de abril de 1949 en el seno de una familia campesina (Esteban A. Davit se llama su padre y Cristina R. Testa su madre), en la zona rural de Guatraché, provincia de La Pampa. Al terminar sus estudios secundarios en el Instituto Alberdi partió a la ciudad de Bahía Blanca para proseguir sus estudios en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional del Sur (U.N.S.). En esa casa de altos estudios cursaba la carrera de contador público, mientras trabajaba como visitador médico.
Transcurría la década del setenta y la necesidad de participar para mejorar la universidad era compartida por todo el alumnado. Buena parte de aquella juventud decidió organizarse. Es así que Carlos Davit comienza a militar, en el año 1973, en la Juventud Universitaria Peronista, siendo elegido presidente del Centro de Estudiantes de Economía e integrando la comisión del Club Universitario, donde funcionaba el comedor universitario, el cual era considerado por la Marina de Guerra como una suerte de "nido de terroristas" que, por tal motivo, debía ser desarticulado. Como militante de base también realizó durante aquellos años trabajo social en diversas villas y barrios de la ciudad.
A las 0.30 horas del 19 de noviembre de 1975 Carlos fue secuestrado, en la pensión donde vivía, por grupos parapoliciales, debido a su prédica contra el interventor de la U.N.S., Dionisio Remus Tetu, quien fuera designado rector interventor el 26 de febrero de 1975, en el marco de la gestión Ivanissevich en el Ministerio de Educación y a propuesta de la Marina de Guerra, luego de haber sido interventor de la Universidad de Comahue, en Neuquén. Una hora y media después su cuerpo apareció colgado del puente ubicado en el km. 679,41 de la ruta nacional Nº 3, a pocos kilómetros de la ciudad de Bahía Blanca, acribillado por 44 balazos de tres calibres diferentes. Este lugar era el elegido por los hermanos Ponce y sus matones, famosos sindicalistas que operaban como grupos de tareas al servicio de la Marina de Guerra, para abandonar los cadáveres.
Vale recordar que toda la dirección de la política universitaria nacional se llevaba desde la Jefatura del Servicio de Inteligencia Naval de la Marina de Guerra con sede en Puerto Belgrano, dirigida desde principios de 1974 hasta principios de 1977 por el Capitán de navío Lorenzo de Montmollin, quien era por tanto responsable de todos los grupos de tareas y quien dependía del almte. Massera.
La intervención de Remus Tetu en 1975 no sólo implicó secuestros, asesinatos y matones armados en los pasillos (un caso paradigmático es el asesinato por la espalda y a la vista de todos de David "Watu" Cireluello, militante de la Federación Juvenil Comunista). Tetu cesanteó a 225 docentes y no docentes que no le eran adeptos (ni académica ni ideológicamente), prohibió asambleas, juicios académicos y cátedras paralelas, proscribió los centros de estudiantes, cerró el comedor universitario, fijó cupos de ingreso, aranceló la distribución de certificados y libretas (medida que sigue vigente en la U.N.S.), eliminó toda intervención comunitaria, cerró para siempre la carrera de Pedagogía, fusionó los departamentos en Ciencias Exactas (Matemática, Física y Electrotecnia) y Ciencias Sociales (Economía, Geografía y Humanidades), cuya matriculación suspendió, todo en el marco de una campaña de persecución ideológica centrada principalmente en los departamentos de Economía y Humanidades.
Además de las medidas que acabamos de enumerar se nombró un cuerpo armado de seguridad y vigilancia que se instaló en los pasillos de la universidad impidiendo la actividad política. Se introdujeron cambios en las pautas de evaluación y se pautó el establecimiento de criterios para la creación de carreras cortas y nueva organización curricular. Gran cantidad de los cambios instaurados perduran hasta el día de hoy.
La brutalidad del accionar represivo en la Universidad Nacional del Sur fue tal, que más de una docena de compañeros del grupo de militancia de Carlos Davit fueron asesinados o desaparecidos por militares y grupos de ultraderecha, pudiéndose contabilizar más de 50 asesinados o desaparecidos pertenecientes a la comunidad de la U.N.S. (personal docente, no docente y alumnos).
De esta forma la UNS fue coartada del activismo político que supo identificarla como referente de la movilización social y estudiantil hasta la década del 70. El escenario de aquella época supo estar ocupado por militantes de las más diversas inclinaciones partidarias que, entre aciertos, contradicciones y errores, pretendían llevar adelante un proceso de transformación social integral.
Hoy, en un marco comparativo no muy amplio, la UNS es una de las universidades públicas con menor cantidad de agrupaciones políticas respecto de la cantidad de estudiantes y egresados que la componen. Además, y quizá por efecto de la escasa politización a la que hacemos referencia, ha ido perdiendo protagonismo en los debates públicos, lo que constituye un elemento fundamental para la consolidación y perfeccionamiento de todo sistema democrático.
Tanta efectividad ha tenido la instauración del horror en esta región durante el último proceso militar, que los jóvenes se sienten, como en ninguna otra gran ciudad del país, ajenos y hasta temerosos de participar en la actividad política de las instituciones de las que forman parte. Sólo el ejercicio de la memoria podrá recobrar el sentimiento de pertenencia a estos espacios de construcción colectiva de un modelo distinto de sociedad.
Carlos Davit es un símbolo de la crueldad con que se planificó y ejecutó, a partir de la toma por asalto del aparato estatal, el exterminio de una generación. El asesinato de Carlos nos interpela desde la memoria y nos hace tomar conciencia de que la disputa por procesar el pasado, que nunca es sólo pasado sino más bien continuidad y permanencia, es parte de las urgencias del futuro. Esta tarea compromete a la sociedad que somos en su totalidad, y a la que queremos ser. Para ello debemos pronunciar la muerte, nombrarla, con el objeto de romper el silencio que la rodea.
En este sentido, y siguiendo la voluntad de los familiares, quedará impresa en la placa recordatoria: “Aquí fue asesinado, por el terrorismo de Estado, Carlos Alberto Davit el 19 de noviembre de 1975. Reafirmemos, como homenaje a su memoria, nuestra convicción de lucha inclaudicable por la democracia, la libertad y la dignidad del pueblo argentino”.