Todos sabemos que el golpe de Estado del 24 de marzo del 76 dio lugar al período histórico más oprobioso y trágico que haya padecido el pueblo argentino, caracterizándose por la aniquilación del disenso en forma siempre violenta, sangrienta y tiránica. Ese período de opresión concluyó el 10 de diciembre del 83 mediante la recuperación de la democracia, condición esencial para la reanudación de la vida social civilizada en la República Argentina.
Pero esa fecha no constituyó una derrota completa de la dictadura, porque sus personeros enarbolaron de inmediato -sobre el miedo residual que aún permanecía en el seno de la sociedad- el proyecto de la impunidad y el olvido en contra del proyecto de la memoria y la justicia para los represores y genocidas.
El gobierno del doctor Alfonsín inició el histórico juzgamiento a los comandantes con posteriores retrocesos y denegaciones que fueron continuadas por el gobierno siguiente a cargo del doctor Carlos Saúl Menem.
Por eso, hay que destacar que recién con la llegada de Néstor Kirchner a la Presidencia de la Nación, la defensa de los derechos humanos se convirtió, por primera vez en la historia argentina, en uno de los objetivos centrales de la política y de la acción del Estado. Ante la larga lista de engaños y claudicaciones que habían signado la historia argentina, Néstor Kirchner afirmó que no llegaba al gobierno para dejar los ideales en la puerta de la Casa Rosada y cumplió su promesa, otorgando al Estado la capacidad para cumplir con el preámbulo de nuestra Constitución.
Su llegada al gobierno estuvo precedida por el “que se vayan todos” de 2001. El discurso antipolítico era absoluto y, por revertir ese estado de conciencia, se puede decir sin exageraciones que introdujo un verdadero cambio en la cultura, gracias al restablecimiento de la confianza del pueblo en la política y en su sentido de comunidad y nacionalidad bajo el signo democrático. Kirchner rompió el imposibilismo y el pesimismo dando bases morales a un renacer de la conciencia ciudadana.
La significación social e histórica de su gestión quedó impresa en sus actos, recibiendo y abrazando a las Madres de Plaza de Mayo, anulando las leyes de impunidad, recuperando la justicia para formar una nueva Corte Suprema independiente, promoviendo la lucha por la verdad y la justicia con la reanudación de los juicios a los represores, subordinando a las fuerzas armadas, ordenó además retirar los retratos de los represores que se exhibían en el Colegio Militar y recupero la ESMA otorgando al pueblo la posesión de ese lugar histórico en donde tanta gente sufrió y encontró la muerte.
Kirchner fue también el primer presidente en visitar Margarita Belén, esa localidad del Chaco tristemente célebre porque allí ocurrió una de las más feroces matanzas de esos años oscuros. En la madrugada del 13 de diciembre de 1976, al menos 22 presos políticos, algunos de los cuales estaban en cárceles reconocidas y otros en centros clandestinos de detención fueron trasladados hacia Margarita Belén, después de padecer horas de horrendas torturas. En el lugar se preparaba una fiesta, asado y vino de por medio, para celebrar la matanza con una verdadera orgía de sangre. Los detenidos fueron cobardemente fusilados y la fiesta y los brindis continuaron con perverso regocijo. La Masacre de Margarita Belén, fue un operativo conjunto del Ejército Argentino y la Policía del Chaco, perfectamente planificado con anterioridad y cuya impunidad fue garantizada por la Justicia Federal del Chaco, en la persona del ex juez federal Luis Ángel Córdoba, su secretario Carlos Flores Leyes y el fiscal Roberto Domingo Mazzoni, entre otros cómplices civiles.
Quiero honrar hoy la memoria de quienes fueron vejados y asesinados por enarbolar ideales libertarios, recordando sus nombres. Fueron ellos, Néstor Carlos Sala, Carlos Alberto Zamudio, Patricio Blas Tierno, Luís Ángel Barco, Roberto Horacio Yedro, Delicia González, Luís Alberto Díaz, Fernando Gabriel Pierola, Raúl Caire, Julio Andrés Pereyra, Carlos Alberto Duarte, Carlos Tereszechuk, Arturo Franzen, Ema Beatriz Cabral, Reynal Amalio Zapata Soñez, Manuel Parodi Ocampo, Mario Cuevas y Alcides Bosch, y otros aun no identificados entre los que estarían Eduardo “Lalo” Fernández, Dora Noriega, Raúl Méndez, desconociéndose la identidad de otros y otras. Completando el plan siniestro, se ha ocultado el destino de los cuerpos de al menos doce de las víctimas, negándose a las familias el más elemental derecho al duelo.
La búsqueda de verdad y justicia ha sido permanente por parte de los familiares, de los sobrevivientes de la dictadura, de los compañeros de los ejecutados, de los organismos de derechos humanos y de un importante sector de la sociedad argentina.
Finalmente y a partir de las instancias abiertas por la derogación de las leyes de obediencia debida y de Punto Final, el 3 de Junio de 2010 se inició el juicio oral y público a nueve de los genocidas acusados. Fueron once meses durante los cuales desfilaron más de cien testigos, muchos de ellos familiares y compañeros, hasta que el 17 de mayo de 2011 se dictó sentencia condenando a prisión perpetua a ocho de los ejecutores militares. Sus nombres: Gustavo Atos, Horacio Losito, Aldo Martínez Seón, Jorge Carnero Sabol, Ricardo Reyes, Germán Riquelme, Ernesto Simoni y Luis Alberto Patetta, también debemos recordarlos cómo símbolo de esa barbarie que no debe repetirse nunca más. El tribunal que tuvo a su cargo el juicio oral y público fue conformado por la doctora Mirtha Gladis Yunes, como presidente de trámite y debate y los doctores Eduardo Ariel Belforte y Ramón Luis González, como vocales y Mario Aldo Alurralde como cuarto juez, con la asistencia de los doctores Francisco Rondán y Lucila Frangioli como secretarios. Como fiscales actuaron los doctores Jorge Eduardo Auat, titular de la Unidad Especial de Crímenes de Lesa Humanidad de la Procuración General de la Nación, el fiscal general Javier De Lucca, el fiscal del Tribunal Oral Federal de Formosa Luis Benítez, el fiscal general subrogante Horacio Francisco Rodríguez y el fiscal ad hoc Carlos Martín Amad. Hoy, traigo al presente este episodio tan doloroso para todos los chaqueños y para el conjunto de la sociedad argentina, con el fin de preservar nuestra memoria, de no olvidar y de celebrar el fin de una impunidad que duró treinta y tres años.