Ante todo voy a cumplir una promesa. Voy a leer la carta de Adrián, un compañero que trabaja como playero en una estación de servicio de YPF. Él me pidió que haga llegar su mensaje como trabajador, en el marco de este debate. Su carta manuscrita dice así:
“Hola: Mi nombre es Adrián y soy empleado de estaciones de servicio desde hace 20 años y trabajo para YPF desde 1998. Quiero aprovechar la oportunidad que me ofrecieron para expresarme con respecto a la expropiación de YPF. Más allá de lo que se habla sobre la falta de inversiones y demás. Yo he notado a lo largo de estos últimos 14 años que trabajo para YPF la presión que se ejerce sobre los empresarios. Y como todos sabemos la gran cantidad de estaciones de servicio en todo el país que tuvieron que cerrar debido a la falta de combustible, dejando así sin trabajo a miles de compañeros. Pienso que YPF vuelva a manos argentinas es otra decisión acertada de nuestra señora presidenta, quien nos muestra una vez más su valentía, coraje y patriotismo. [firmado:] Adrián”.
Me parecía importante poder consultar una opinión calificada, es decir: la de uno de los trabajadores -en este caso: de la etapa de comercialización del combustible- que conocen cómo actúa la empresa y pueden dar cuenta del mal momento que está atravesando.
Las siglas YPF nos remiten a nuestra historia: a los pioneros del petróleo en el Sur, a la construcción de rutas y a la fundación de pueblos y ciudades, al desarrollo económico. Cargar nafta en YPF era, como decía su eslogan, “comprarle al país”.
Pero nuestro país padeció la larga noche neoliberal, que comenzó con el baño de sangre disciplinador y represivo del genocidio militar. Hablamos de Martínez de Hoz y de sus seguidores. El modelo económico era defendido a sangre y fuego por las armas de la dictadura. Ya con democracia, las mismas ideas económicas seguían vigentes y fuertes. Se puso de moda sostener que el Estado debía reducirse al mínimo posible porque era ineficiente por naturaleza, que debían desregularse todas las actividades económicas, que la mano invisible del mercado produciría un círculo virtuoso que nos beneficiaría a todos. Pero el “efecto derrame” nunca llegó. La “modernización” le sirvió a unos pocos. Nos mostraban estaciones de servicio futuristas, nos decían que la Argentina había entrado al Primer Mundo porque las acciones cotizaban en la bolsa de Nueva York. Pero la primera medida fue despedir a miles de trabajadores, lo que impactó profundamente en la vida de las ciudades. En muchas de éstas, las puebladas y el surgimiento del movimiento piquetero fueron la expresión de la lucha social contra este proceso devastador: Mosconi, Tartagal, Cutral Có, entre otras.
YPF pasó a ser una sigla sin significado, porque con la trasnacionalización se nos fueron los yacimientos y el petróleo, y en los hechos ya no eran más fiscales. Si no se controlan los recursos naturales, la soberanía hidrocarburífera queda sólo en los papeles.
Después vino la debacle de 2001, que no es un dato menor, porque significó el fracaso rotundo de ese modelo económico que sirvió de base y de razón de ser al proceso de privatización de YPF. Otros tiempos demandan otras recetas, en eso consiste aprender de nuestra historia.
El resultado de la experiencia fue amargo: a más de 20 años de su privatización, la Argentina, un país gasífero y petrolero por excelencia, tiene hoy que importar gas y petróleo. Y, por supuesto, se exportaron cifras siderales en ganancias para Repsol.
La multinacional le sirvió a muchas naciones menos a la nuestra, y la gran empresa respondió a los grandes intereses, pero no a los nuestros.
El otro día me contaban de un trabajador de una de las empresas controladas por YPF, que si bien no adhiere a nuestro espacio político estaba muy contento con la expropiación. Porque hasta ahora él se dedicaba a proyectos en otros países y que le constaba en su día a día que la inversión en la Argentina no existía. Nuevamente, basta hablar con los trabajadores para comprobar lo que dicen los números de la presidenta.
La dirigencia empresarial no estuvo a la altura de las circunstancias: subestimaron nuestras perspectivas de crecimiento económico y no las acompañaron. Se brindaron de lleno a la especulación financiera en vez de concentrarse en la exploración y explotación. Más preocupados por la situación de su casa matriz, relegaron la producción y la inversión que el país necesitaba.
Ante un panorama así, en el cual la empresa no pone al servicio del pueblo un recurso estratégico por excelencia, no debe extrañarnos la necesidad de la declaración de esta actividad como de “utilidad pública”.
El autoabastecimiento no es una consigna vacía; es a lo que apunta todo país que desee crecer soberanamente y no ser sujeto de extorsión. Significa que los combustibles tengan precios justos para el consumidor, significa desarrollo energético e industrial, significa el insumo para que Aerolíneas Argentinas, otra empresa de bandera recuperada por el país, siga reduciendo las distancias de nuestro gran territorio. Significa que las provincias tengan participación en las decisiones referidas a sus propios recursos naturales.
Y hoy, este proyecto político que nace en esa Patagonia petrolífera tiene la decisión política de cambiar esta historia. En estos 20 años algunas voces se han levantado a favor de la recuperación de este recurso natural, pero la grieta, la bisagra, la oportunidad se abre y es realidad gracias al coraje y a la visión a futuro de nuestra presidenta. Es impensable que una medida de este tipo, expresada en forma clara y contundente, se hubiese tomado en otras circunstancias y por otras personas. Una vez más, se avanza con un acierto.
Y unos pocos nos criticarán por eso, siempre lo hacen. Primero, nos querían hacer creer que una medida de este tipo nunca iba a ser tomada, que los intereses era muy fuertes y no obstante hoy la estamos debatiendo y convirtiendo en ley. Ahora, se oponen porque desconfían de lo público –siempre lo hicieron- y como única bandera levantan la seguridad jurídica a cualquier precio para la inversión privada. Nosotros creemos que la mayor seguridad jurídica es la que garantiza la sustentabilidad de un país y de su gente, y su desarrollo económico presente y futuro; la tranquilidad de saber que se puede contar con energía y combustible para nosotros y para los que vendrán. Y sabemos que el 16 de abril se inició un largo proceso que nos trasciende, del que se van a beneficiar nuestros hijos. Hoy se siguen fundando las bases de un país liberado.
Esta medida surge como una pieza clave del modelo de crecimiento iniciado en 2003 y, prueba de ello, es el consenso político y popular que ha generado. Me siento orgulloso de ser parte de esta sesión y poder acompañar, votar y defender este hito. Ver renacer a YPF al servicio de la inclusión social y estar acá, siendo parte de esta historia.
Volvemos a tener yacimientos, volvemos a tener petróleo y vuelven a ser de todos.