La deuda externa ha sido un problema estructural de nuestra historia económica y hasta parte de nuestra cultura política. Durante décadas nos hemos acostumbrado a vivir bajo el “peso de la deuda”, dado que el discurso dominante repetía constante y sistemáticamente que era imposible de pagar, que era imposible de resolver y que gobierno tras gobierno veíamos postergar las soluciones a los problemas del pueblo argentino para privilegiar el pago de la deuda o la satisfacción de las demandas de nuestros acreedores. Cíclicamente reaparecieron los mismos slogans que escuchamos hoy en este recinto: “no hay alternativas”, “es pagar o el caos”, “arreglamos o nos caemos del mundo”, etcétera, etcétera. Hoy nos aseguran que es arreglar con los fondos buitres o sobrevendrá la hiperinflación, el ajuste y el caos. Siempre las mismas metodologías para aplicar las mismas recetas neoliberales.
La deuda sobre la que estamos discutiendo es bueno aclararlo no fue concebida por las administraciones de Néstor Kirchner ni de Cristina Fernández sino por gobiernos anteriores: es la deuda del blindaje, la del “megacanje”, la que heredaron de dichas administraciones y que, trabajosamente y con gran esfuerzo, hemos saldado en buena parte.
A partir del año 2005 comenzamos un intenso y trabajoso proceso de desendeudamiento externo que nos llevó a aprobar en este Congreso dos leyes que promovieron la normalización del pago a casi el 93 por ciento de los acreedores que poseen bonos de nuestro país. Como solemos decir, eso no fue magia; ha sido el fruto de un intenso trabajo y esfuerzo de parte de todo el pueblo argentino que nos permitió ganar soberanía e independencia para poner en marcha un proyecto nacional de desarrollo y crecimiento con inclusión social.
Que hayamos cerrado con el 93 por ciento de los acreedores en estos doce años de gobierno no es un dato menor. Para los que afirman que este es un default que lleva quince años sin resolver, es bueno dejar sentado algunos datos. La Argentina se ha ocupado del tema desde que el gobierno de Néstor Kirchner encaró el problema con realismo logrando una quita del 75 por ciento como condición de pago. “Los muertos no pagan”, sentenció nuestro ex presidente, déjennos trabajar, y si el país crece, además estaremos en condiciones de mejorar la oferta. Esto generó los famosos cupones atados al crecimiento.
Sin embargo, el conflicto con los fondos buitre es reciente; es una denuncia hecha en el año 2010, porque los fondos buitre tendieron una trampa a la República Argentina en los tribunales de Nueva York: esperaron a que se hicieran los canjes, nunca le prestaron plata a la Argentina, y una vez hecho el primer canje empezaron a comprar deuda en default, buscando un juez y un sistema legal que les diera la razón.
Es mentira que los gobiernos de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández de Kirchner no solucionaron la cuestión de la deuda externa. Lo que hicieron fue no solo arreglar con el 93 por ciento sino impedir que un grupo de facinerosos y especuladores internacionales, como los fondos buitre, nos llevaran a los riesgos y problemas que probablemente este dictamen que se quiere aprobar nos puede llevar.
Vale la aclaración, porque también se ha tratado de sembrar la idea de que el problema viene de hace quince años por una falta de pericia, de acuerdo o de arreglo, cuando los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández fueron los artífices del arreglo de todos los problemas de deuda que venían del default del 2001. Sólo quedaron pendientes los fondos buitre, que agazapados esperaron para atacar a nuestro país.
Tal como expresamos en nuestro dictamen, creemos que no es conveniente a los intereses de nuestro país este arreglo con los fondos buitre por las razones que paso a exponer.
En primer lugar, no estamos arreglando con los fondos buitre o holdouts que quedaron afuera de los canjes de deuda exitosos con un descuento alto. No estamos arreglando con ellos. Estamos arreglando con un pequeño grupo. Ni siquiera nos tomamos el tiempo, antes de traer esto a la Cámara de Diputados, para acordar con todos los buitres para así tener el panorama completo. Y ni siquiera es la mayoría; son la mitad. Del 7 por ciento, en valor nominal esto probablemente sea la mitad. Es decir que queda otra mitad suelta y boyando. ¿Tenemos que ser muy suspicaces y perseguidos para suponer que si no firmaron ahora es porque quieren venir a exigir más? Los que están afuera van a pedir lo mismo o más, y no en condiciones de fortaleza sino de debilidad porque ya hemos asentado todos los acuerdos distintos y por fuera de los dos planes que propusimos para pagar.
Paralelamente vemos con preocupación la existencia de acuerdos que se han firmado donde explícitamente nuestros acreedores, los fondos buitre, se reservan el derecho de seguir accionando legalmente. Se reservan ese derecho explícitamente. Todavía no hemos aprobado esta ley y ya tenemos problemas de apelación a estos mismos acuerdos. Han pasado días, estamos discutiendo, y ya fueron apelados y no sabemos por qué. Cuando decimos que hay peligro, que era una trampa pagar 1.300 millones de dólares y que es una trampa pagarle a esta cantidad de acreedores, nos referimos a algo que no es una hipótesis sino una realidad.
Tenemos que ser muy cuidadosos de abrir la puerta a la posibilidad de que el 93 por ciento de acreedores alcanzados en los canjes anteriores se conviertan en buitres. Ya han aparecido acreedores que entraron en el 93 por ciento diciendo que van a accionar judicialmente; los tenemos ahí. Ya ha aparecido el segundo circuito aceptando apelaciones y dando fecha para más adelante. ¿Qué más prueba, de que esto está en el aire y no sabemos cuáles serán las consecuencias de estos acuerdos?
Muchos legisladores sostienen que esto no es problema porque venció la cláusula RUFO. El peligro no es la cláusula RUFO. El peligro es que, a través de acciones que tengan que ver con el daño que se le provoca o acciones vinculadas a los bonos, en cualquier tribunal del mundo venga alguien a pedir las mismas condiciones que los buitres. Decir que no rige la cláusula RUFO no nos protege del peligro enorme de que el 93 por ciento venga a reclamar lo mismo que Singer reclamando daños y perjuicios por haber recibido un trato desigual.
Otro tema, igual de escandaloso, es que el dinero que se va a lograr con la emisión de títulos no viene a la Argentina sino que va directo a la cuenta de los fondos buitre. Esto nunca pasó en la historia. Los fondos buitre dicen que no se puede emitir ni un dólar de deuda hasta que se les haya pagado todo. No es necesaria tanta humillación.
Por todo esto, y mucho más que podemos extendernos en argumentar, es que no estamos de acuerdo con los términos del acuerdo. Es por eso que propusimos un dictamen de minoría en el que sostenemos que hay que respetar los principios de la ONU, que son de orden público y que en este caso ni siquiera los están derogando. Por lo tanto, pagando en forma inequitativa estamos violando flagrantemente esos principios e incumpliendo con otra ley. Si vamos a abandonar esos principios, ¿por qué no figura en el proyecto? No lo incluyeron por el disparate que implica pagar esto y porque por los principios de la ONU queda en claro que hay un apoyo internacional, pero no para pagar cualquier cosa.
Por eso, proponemos pagar el ciento por ciento en el marco de los principios de la ONU, es decir, en condiciones equitativas, sostenibles, legales y justas.
El acuerdo que nos vienen a proponer es un gran retroceso para nuestro país y para nuestro pueblo. Recordemos que muchos de los que hoy apoyan esta propuesta son los que también apoyaron el megacanje y el blindaje. Tengamos cuidado porque esas decisiones fueron ruinosas para el país, ya que no nos sirvieron, no trajeron desarrollo, ni “pobreza cero”, ni “desempleo cero”; por el contrario, nos trajeron más desempleo y más pobreza.
Para finalizar, quiero decir lo siguiente. Es fácil arreglar cuando la condición es allanarse a la pretensión contraria. Se hace en dos minutos. Eso se llama “rendirse”. Tan fácil como hubiera sido para Néstor Kirchner el día que asumió hacer un canje a la bartola, que entregara los intereses del país. Es fácil negociar rápido; no es un problema. Uno entrega lo que piden y se acuerda. El problema es negociar con dignidad, en vista de los intereses de corto, mediano y largo plazo de nuestro pueblo.
El endeudamiento externo vino a la Argentina a desindustrializar el país, a generar más pobreza. Esa es la historia nacional del endeudamiento externo, y este acuerdo será un eslabón más de esa historia negra de la Argentina que hoy nos invitan a repetir.