Es triste y doloroso para mí tener que expresar estas palabras, pero no quiero dejar de rendirle homenaje a quien fuera mi formador en el sector gremial y político, a quien debo gran parte de lo que soy, quiero rendir un sentido homenaje a Enrique Castro Molina. Enrique nació en la provincia de San Juan en el año 1950 y comenzó a trabajar desde muy chico, lo que arraigo en él la cultura del trabajo.
Al diputado Castro no le han regalado nada, todos y cada uno de los lugares que ocupó en representación de los trabajadores y de los sanjuaninos se debieron a trabajo, lucha y esmero personal.
El “oso” Castro fue un luchador de la vida, un grande con todas las letras, un hombre de bien, una excelente persona, un trabajador incansable, un fiel defensor de los derechos de los trabajadores.
Todos los que lo conocíamos, coincidimos en el padre ejemplar que era, siempre atento a disposición de su familia y de sus hijos.
Enrique honró la vida; murió con las botas puestas, trabajando.
Párrafo aparte, quiero destacar la estrecha relación que teníamos. Él era “mi jefecito” como yo le decía, para mí era como mi padre. Era un hombre con una gran generosidad, nunca me voy a olvidar lo que me dio, lo que confío en mí, lo que me enseñó. No tengo más que agradecerle por tanto y honrar su nombre, por sobre todas las cosas.
Quiero tomarme el atrevimiento de hablarle a él, porque sé que me está escuchando. Guíame por el camino correcto, no dejes de alumbrarme, ayúdame a tomar las mejores decisiones en pos de los trabajadores y de los sanjuaninos. Me enseñaste bien, sé que voy a poder hacerlo, me enorgullece representarte y ocupar esta banca de extracción sindical. Agradezco a Dios haberte conocido y que tu vida y la mía se hayan cruzado.
Subite al camión y juntos vamos a recorrer los kilómetros que faltan.