En la actualidad, nuestra sociedad se ve atravesada por tres grandes rasgos de la cultura humana. Por el capitalismo, como modelo socio-económico de acumulación de riquezas en pocas manos y como productor de una enorme desigualdad. Por el colonialismo, de un plan socio-político neoliberal que reivindica la relación de sujeción al poder central, a través del endeudamiento y la primarización de la economía. Y del patriarcado, que ha construido una relación de poder y subordinación del mundo femenino por el mundo masculino a lo largo de varios siglos.
Ninguna de las tres características puede sobrevivir sin las otras. Todas ellas responden a nuestra historia, el contexto de estos tiempos, en nuestro país y América Latina. Donde el avance de la derecha vuelve a resurgir fuertes choques de identidades y de formas de mirar la realidad. Es así que hoy nos encontramos frente a frente los que vemos al mundo como un lugar donde se puede vivir en mejores condiciones, con mayor igualdad y respeto por los derechos de todas y todos; y aquellos que defienden sin mirar a su lado los intereses de un mundo de desiguales, de poder hegemónico y concentración de la riqueza.
El patriarcado es el resultado de siglos de ejercicio del poder discrecional por una parte de la humanidad. Hombres, ricos y poderosos. Y fuera de esa elite quedamos las mujeres, los niños, los pobres, los pueblos originarios, entre otros colectivos.
El Patriarcado es en parte producto de sociedades con democracias debilitadas en la vida política.
Es tiempo de asumir la responsabilidad de abrir el debate para que toda la sociedad tome conciencia de que no se puede ser del pueblo y ser capitalista, racista o sexista y a partir de allí empoderarse para no permitir el confuso uso discursivo que usan quienes buscan confundir conceptos simplemente para sostener su estatus de opresor.
En el sentido, las mujeres debemos empoderarnos, debemos practicar y ejercer mayores espacios de poder. No se trata de un planteo de disputa, sino de justicia. Las mujeres cumplimos con todos los roles y responsabilidades que esta sociedad ha exigido. Y mucho más. Las mujeres tenemos las mismas condiciones, capacidades y sueños que los varones.
Por eso la paridad. Porque tenemos que ejercer PODER. Porque el poder se construye y se recrea. El poder se aprende y se distribuye. Las mujeres estuvimos limitadas para poder ejercer ese poder, poder simbólico y poder real. El de tomar decisiones, el poder de poder definir la realidad, de influir sobre la realidad.
Cuando podamos ejercer el poder de manera simétrica en relación a los hombres, y podamos defender nuestra cultura, y se nos vea como parte empoderada de la sociedad, ahí ya no podrán con nuestros cuerpos, nuestras ideas, nuestros valores y nuestras miradas.
La dominación machista es una cuestión de poder. Por eso necesitamos esta Ley, la paridad de género, el acceso a más democracia e igualdad, es el inicio de un camino sin violencia machista.
No solo nos llena de orgullo, sino que somos conscientes de la responsabilidad histórica que tenemos las mujeres sin miedo que trabajamos para que eta ley sea una realidad, superando las representaciones mínimas para consagrar una representación igualitaria como a la sociedad a la que aspiramos.
Muchas gracias