24. INSERCIÓN SOLICITADA POR LA SEÑORA DIPUTADA MOREAU

Establecimiento de paridad de género en ámbitos de representación política.

Hoy estamos dando en esta cámara un paso gigantesco hacia la igualdad de derechos en la Argentina.
Sin lugar a duda, esta madrugada va a pasar a la historia grande de nuestro país como uno de esos hitos fundantes de un nuevo tiempo y a la vez no se borrará fácilmente de la retina de todas y todos lo que acá estamos aportando nuestro granito de arena para que finalmente sea una realidad.
Como no nos olvidamos de Alicia Moreau de Justo, de Evita y de Florentina Gómez Miranda, luchadoras incansables, militantes, mujeres que a partir de su participación política han logrado grandes transformaciones, que hoy nos permiten hacer nuestra parte de la historia.
¿O alguno se imagina esta ley que hoy vamos a aprobar, sin la existencia del voto femenino, del divorcio, de la patria potestad compartida, o sin que aquellas catorce diputadas, tal como lo refirió la diputada Camaño, frenaran el tratamiento del presupuesto con la exigencia de la sanción de la ley de cupo.?
Desde nuestro bloque del Frente Renovador, junto con aliados venimos batallando desde hace años para poder superar la grieta, los egos y las mezquindades y alcanzar este objetivo.
Esos sinsentidos que muchas veces nos estancan en discusiones vacías, que solo le importan a los políticos, pero que nos impiden acordar soluciones a aquellas necesidades que la sociedad viene expresando desde hace años con desesperación.
La desigualdad de género es una de esas demandas urgentes que pudo lograr alguna respuesta a partir de la coherencia y la decisión de algunos espacios políticos, pero también de la trasformación de las mujeres como uno de los grandes actores políticos de los últimos tiempos.
Fue a partir de las marchas, los pedidos, las reivindicaciones, y ese activismo incansable, que las mujeres argentinas pudieron hacer oír su voz y transmitirle a todos los demás que el menosprecio por cuestiones de género no puede ser más tolerado en nuestro país.
Con la ley de paridad que sancionamos, vamos a empezar a resolver un reclamo histórico para terminar con la desigualdad en el plano de todas las instituciones de nuestra República, donde claramente las mujeres corren muy por detrás de los hombres. Es que los gobiernos han estado históricamente integrados por hombres. Sin ir más lejos, el actual gobierno tiene de 23 cargos de ministros solo dos son ocupados por mujeres.
Según el censo de 2010, en Argentina hay un 53 por ciento de mujeres, sin embargo, la representación en el Congreso Nacional está muy por debajo de esos niveles: en la Cámara de Diputados hay 98 legisladoras de un total de 257, es decir, un 38 por ciento, mientras que son 30 las senadoras nacionales sobre un total de 72, es decir, un 41 por ciento.
Y así podríamos seguir ejemplificando con lo que pasa en la composición de la Corte Suprema de Justicia, en los cargos en el poder judicial, en los organismos de control, en los gremios, en las empresas. La lista de ámbitos donde la mirada de género y la participación de las mujeres es minoritaria es tristemente larga. Por eso, hoy estamos ayudando a romper ese techo de cristal que nos limita.
Somos conscientes que ampliar la participación femenina no es sólo un triunfo para las mujeres: es un logro de toda la comunidad. Nos permite fortalecer el debate democrático y plural de manera más horizontal, y a su vez es una forma de modificar los estereotipos sociales que nos han hecho mucho daño, subestimando y relegando a las mujeres en los espacios políticos, pero también laborales, profesionales, estudiantiles, y domésticos.
Por eso es que aquí no terminan los desafíos. Si de verdad somos consecuentes con el compromiso de seguir ampliando los derechos de las mujeres, y que eso se traduzca en más acciones en favor de una igualdad real de oportunidades, debemos inmediatamente empezar a cambiar las nociones culturales y las practicas concretas que sostienen los distintos sectores machistas y expulsivos de nuestra sociedad.
Los hechos son tan precisos como lamentables y nadie puede hacerse el distraído: la desocupación les pega más a las mujeres que a los hombres: el desempleo femenino está por encima del nivel general. Tampoco se cobra un mismo sueldo por igual trabajo: todavía las mujeres ganan un 30 por ciento menos que los varones, y entre las que están precarizadas esa brecha llega al 40 por ciento. Además, sobre las mujeres recae el peso del trabajo doméstico no remunerado y el cuidado de los hijos. Del millón de jóvenes ni-ni, que no estudian ni buscan empleo, la amplísima mayoría son mujeres. Se quedan en sus casas cuidando a sus hijos o los niños y niñas de la familia. El grito de ni una menos también expuso sobre el tapete que cada 18 horas una mujer es asesinada por el hecho de ser mujer y esos femicidios se vienen realizando con más saña y crueldad sin que podamos prevenirlos.
También son muchas las adolescentes y niñas que no encuentran eco en la justicia cuando denuncian a su padre por abuso sexual infantil. Los casos son recurrentes a su vez en las mujeres que denuncian y la justicia desoye y entrega a las víctimas a sus depredadores. Por otro lado, en los medios de comunicación todavía se pone el acento en el morbo, en la espectacularización de los femicidios, en culpabilizar a las víctimas de las violencias que sufren, sin darse cuenta de que esos mensajes contribuyen a fomentar las violencias machistas.
Los desafíos son enormemente variados pero las respuestas gubernamentales vienen siendo débiles. Se observan fuertes retrocesos en muchas políticas públicas como los recortes en los programas contra la violencia de género y estamos en un contexto de profundización del ajuste y los tarifazos, que dejará a más mujeres sin empleo o más precarizadas.
Por eso, no es tiempo de dormirse en los laureles. Celebramos esta ley de paridad, que sin dudas será un precedente histórico, la votaremos afirmativamente con la convicción y el compromiso de seguir trabajando en resolver todas las problemáticas que no queremos más y nos causan tanto dolor, para permitirnos avanzar en conjunto hacia un país con menos violencia y más justicia. El anhelo de igualdad, en definitiva, no será otra cosa que más democracia y libertad para todas.

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