La génesis y la evolución de las elecciones modernas están asociadas de modo inseparable al crecimiento de la democracia y a la progresiva extensión de los derechos sociales y políticos.
Durante la década del 80 libramos una dura batalla por la expansión de nuestros sueños como mujeres, recuerdo vívidamente la fuerte discusión sobre la patria potestad compartida, la ley de divorcio vincular y lo difícil que era para todas nosotras hacernos un lugar en la política.
Solo con una fuerte presión de todas las mujeres, sin distinción de partidos, logramos sancionar la ley de cupo femenino.
La férrea labor de nuestras legisladoras en estos 26 años, nos demostró que tener voz y voto femenino en los espacios de decisión contribuye a avanzar en el combate de las injusticias, y que la mirada femenina incorpora en la agenda política demandas largamente subestimadas por las agendas duras, dominadas por los varones.
Me refiero a las leyes sobre salud sexual y reproductiva, violencia, lactancia y acoso sexual, entre muchas otras.
Profundizar esta representación es la tarea de este tiempo, con la intención de avanzar en ese objetivo es que esta ley instaura la paridad de género en la conformación de las listas, esto no es nuevo en nuestro país; muchos distritos se han adelantado a la Nación, en el año 2000, mi provincia, Santiago del Estero, fue una de las primeras en incorporarla a la legislación provincial.
con su expansión a los cargos nacionales terminamos de cerrar el ciclo histórico de la desigualdad en la representación parlamentaria y partidaria, porque esta ley también avanza sobre los partidos políticos, y todas sabemos muy bien, que a nuestros espacios les cuesta incorporarnos, tenemos que trabajar muchas veces bastante más que los hombres para ser respetadas.
Dicho esto me interesa resaltar dos fenómenos con referencia a esta problemática.
El primero es que existe una dimensión en la discusión de la paridad que nos habla del fuerte imperativo político que contiene esta norma y de la madurez del sistema político en su conjunto:
Es muy posible que su implementación deje a muchos hombres que hoy se encuentran votando positivamente este proyecto fuera de la contienda electoral, y sin embargo, lo hacen con convicción, porque entienden que su interés personal es menos relevante que el destino colectivo.
En segundo lugar debemos señalar que a la sociedad Argentina todavía le cuesta desprenderse de la desigualdad de género, a pesar del empeño por parte de los poderes públicos y de todas las reformas legislativas aprobadas hasta la fecha, encontramos anidados dispositivos machistas que entorpecen el acceso de las mujeres a los cargos de decisión.
La injusticia de la desigualdad no existe solo en las instituciones de la democracia, si escalamos hasta los puestos más altos de los organigramas de las empresas, vemos que se produce un techo de cristal que impide la presencia de las mujeres, destruir esa barrera es la tarea del próximo tiempo.
Debemos entender todos que la búsqueda de la igualdad tiene una correlato directo con el progreso, cuando corremos el velo de la discriminación descubrimos un universo de potencialidades que generan riqueza, tanto de dimensiones personales como gregarias, empoderar a las mujeres tiene un efecto multiplicador que nos lleva a sostener que la igualdad es un derecho, pero además, es una misión crucial para acelerar el desarrollo sostenible.
Adelanto mi voto positivo con la convicción que estamos mejorando las instituciones de la democracia con un acceso más justo e igualitario, es nuestro derecho como mujeres el respeto sobre nuestra tarea, es trabajo del Estado garantizar que sea reconocida con igualdad y es tarea de todos lograr una sociedad desarrollada, que premie el esfuerzo personal que engrandece el destino colectivo.
Muchas gracias!