La ley que estamos por sancionar hoy tiene un amplio consenso de todos los espacios políticos. Desde hace más de un año diputadas y diputados trabajamos para que llegue este día, que no hace más que reconocer y garantizar derechos.
Sin ir más lejos, el año pasado cuando lo discutimos en el marco de la reforma electoral, los artículos vinculados a la paridad de género fueron los que obtuvieron la mayor cantidad de votos afirmativos
La ley de paridad es una medida superadora del cupo femenino del 30 %, sancionado en 1991. Ley que con el paso del tiempo se convirtió en un “techo de cristal”, esa barrera invisible con las que nos encontramos las mujeres cada vez que aspiramos a desarrollarnos en el ámbito laboral.
Esta ley es un paso más, en el camino que transitamos hacia una sociedad más justa e igualitaria. Sin embargo la propia discusión de la paridad nos interpela acerca de lo lejos que estamos de la igualdad real entre mujeres y varones.
Las mujeres no queremos más, sino que queremos lo mismo y esta ley debe ser entendida como la respuesta a la necesidad de buscar resortes legales que beneficien a todos los argentinos, a la sociedad toda.
Ya lo dije en este mismo recinto el año pasado y lo repito: provengo del mundo sindical y sé lo que significa pelear en desigualdad de condiciones.
Para aquellos que se asustan y preocupan les aclaro que no venimos a ocupar espacios que le corresponden a los hombres, porque el poder no tiene sexo. Lo que queremos es garantizar a las mujeres de nuestro país el mismo acceso a las oportunidades que tienen los hombres.
Muchos para justificar la posición de rechazo a la paridad nos quieren hacer creer que las excepciones son la regla. Si eso conforma conciencias allá ellas, pero no es la realidad de la mayoría de las mujeres argentinas que ven postergados sus derechos en lo público y en lo privado.
Pero, ¿sabe qué, señor presidente?: “Ladran, Sancho. Señal que cabalgamos”.
Hablar de paridad molesta porque visibiliza lo invisibilizado. Distingue “diferencia” de “jerarquía”. Nos obliga a discutir la división sexual del trabajo y principalmente presenta al género como una forma de relación construida social y culturalmente a partir de estereotipos.
Un estudio de la Unión Interparlamentaria afirma que el liderazgo de las mujeres en los procesos políticos y de toma de decisiones mejora dichos procesos. Las mujeres demuestran liderazgo político trabajando independientemente de su afiliación política incluso en los ambientes políticos más reacios.
Presidencia de las comisiones de la Honorable Cámara de Diputados; Poder Judicial y Corte Suprema; Poder Ejecutivo Nacional y fórmula presidencial; órganos colegiados; cargos públicos electivos; asociaciones sindicales; asociaciones profesionales; función pública y autoridades partidarias. Esta lista, que pareciera ser una enumeración del sector público de gobierno y representación política de nuestro país, es en realidad un reducido inventario de los espacios de participación en los que desde hace varios años la paridad de género es un reclamo permanente.
No hay excusas, sobran las evidencias para hacer de la paridad una ley nacional ya.
Gracias, Señor Presidente.
Dip. Carla Pitiot