4. INSERCION SOLICITADA POR LA SEÑORA DIPUTADA BURGOS

Establecimiento de paridad de género en ámbitos de representación política.

Este año, como se dijo en reiteradas oportunidades, estamos celebrando el 70 aniversario de la aprobación de la ley de voto femenino. En 1919, Rogelio Araya –diputado radical por santa fe- presentó por primera vez un proyecto en pro de los derechos políticos femeninos en la cámara de diputados, el que luego de un largo derrotero finalmente culminó en el voto femenino sancionado con la Ley 13.010 que consagró en nuestro país la igualdad de derechos políticos entre la mujer y el hombre. Fue el 23 de setiembre de 1947 cuando Eva Perón anunció el otorgamiento del voto femenino que hizo su debut en las elecciones nacionales de 1951, momento clave para nosotras como mujeres y para el conjunto de la sociedad, porque a partir de ese momento las mujeres obtuvimos el derecho a votar y de que nos voten para ocupar cargos electivos.

Con el correr de los años debemos reconocer que hubo avances, sin dudas, y avances significativos, pero no bastó con acceder al voto, mucho menos con tener una “Ley de Cupo” para garantizar la llegada de las mujeres al poder en igualdad de oportunidades en la vida política, social y económica de nuestro país, algo esencial para lograr una sociedad más justa y representativa.

Sin embargo estos por sí solos no sirven, debemos acompañarlos con otros atributos: el de la militancia, el de formación en la construcción de ciudadanía, y en ese proceso muy complejo que tiene que ver con entender las claves de constituirnos en sujetos políticos.

16 años después de la sanción de la ley de cupo podemos decir que somos muchos los que estamos convencidos en la necesidad de tener igualdad real de oportunidades, y no solo somos mujeres. Hemos evolucionado y logramos que también los hombres nos acompañan y tengan un compromiso real. Sin embargo debemos seguir soportando que se nos demande y exija a las mujeres aquello que no se le demanda ni exige a los hombres, pero vamos por buen camino y eso tiene que servirnos de aliciente para no bajar los brazos y seguir luchando.

Muchas fueron las mujeres que han luchado por dar avances en esta materia, unas visionarias en aquellas época donde eran pocas las que se animaban a dar esos debates, reclamando acerca de la importancia del rol de la mujer en la política, y como ella cambiaría con nuestra participación. Sin duda fueron revolucionarias, y me genera orgullo y satisfacción aquellas mujeres que representaron a aquellas mujeres desde las filas de la Unión Cívica Radical.

Margarita Malharro de Torres, fue una de ellas. A pesar de ser la autora del proyecto no admitía que se diga que es el proyecto era de su autoría, y remarcaba que esa iniciativa no pertenecía a cincuenta, sesenta o setenta personas, sino que pertenecía a cientos de mujeres argentinas que estaban pendientes del Parlamento, para que esa noche se de el paso adelantado, moderno, “aggiornado”, de incorporar, transitoriamente, por cupo, a la mujer para que acceda a los poderes legislativos, fundamentalmente, como le corresponde.

Y decía algo que lamentablemente sigue pasando en nuestros días, “Que los partidos políticos se abren para amontonar mujeres que trabajen en las campañas electorales, para amontonar mujeres al pie de las tribunas y que el candidato pueda decirlo que va a hacer por ellas. Pero no empiezan a hacerlo desde el vamos fundamental, que es abrirles las puertas para que entren y se jerarquicen políticamente, integrando las listas de candidatos”.

Ángela Sureda, la primera diputada mujer por la provincia de Santa Cruz, enfatizó que “su banca en el Congreso no se debía solamente los votos de los simpatizantes radicales, sino que fueron muchas mujeres peronistas las que pusieron su voto porque querían que la representación de la provincia fuera compartida entre hombres y mujeres.”

Mi querida Florentina Gómez Miranda, una perseverante por los derechos de las mujeres, luchadora incansable, sostuvo en aquel debate que la lucha por el cupo no era una lucha contra el hombre. Y se preguntó “¿Cómo vamos a luchar nosotras contra los hombres? ¿Qué haríamos nosotras sin los hombres? Porque ya hemos aprendido que lo mejor que hizo Dios después de la mujer fue el hombre”.

Esta era la manera que tenía Florentina de reclamarle a sus pares acompañamiento, porque sostenía que "públicamente, todos los políticos son feministas. Pero los elogios no se traducen en lugares para las mujeres”.

Y permítanme también mencionar a la verdadera inspiradora del proyecto de cupo, nuestra primera diputada radical, a la que recién tuvimos –como en todo partido, muy machista- en el año 1973. Me refiero a Teresa Morini, quien con mucha decisión recorría despacho por despacho tratando de convencer a los hombres de que este movimiento no era nuestro sino mundial.

Hasta ahora nombre a mujeres trascendentales en nuestra historia, pero nada de lo conseguido hasta el momento se podría haber logrado sin el apoyo de los hombres que en aquella época integraban ambas cámaras. Hubo quienes apoyaron la iniciativa y quiénes no.

El Senador Luis Brasesco en su intervención aseguró que las mujeres no están ausentes por falta de competitividad, capacidad o vocación de servicio, lo están porque falta una norma que les posibilite, sin la traba del egoísmo, su presencia clara y concreta, y según porcentajes establecidos por ley para su participación en el Parlamento Nacional.

Por su parte Hipólito Solari Yrigoyen acompañó el proyecto alegando que “es muy fácil decir que queremos la igualdad del hombre y la mujer, pero en la práctica vemos, cotidianamente, que existen muchos lugares, cargos, funciones y situaciones a las cuales los hombres tenemos acceso y no lo tienen las mujeres. Y en la vida política existe esta situación. Ambos sexos tienen las mismas aptitudes para ocupar este tipo de funciones. Pero esa es una utopía, porque en la realidad no se da tal situación”.

Remarcó además, que “la sanción de esta ley no es un acto político simple sino que se trata de un acto de justicia que está resolviendo una dificultad y está saldando una diferencia que viene del pasado y que se ha prolongado durante mucho tiempo”.

Aquellos que no acompañaron fueron por ejemplo los justicialistas.

Sánchez Libardo no aprobó el proyecto alegando que “más allá de la sana intención y del afán de justicia que anima a su autora, la realidad de mi país me está diciendo que esto no puede ser así”. “Si exhorto a todas las agrupaciones políticas a que determinen en sus cartas orgánicas cual es la proporción real y justa que le corresponde a la mujer dentro de ellas. Pero esto no debe hacerse por decreto o por leyes que coaccionen en ese sentido”.

En un sentido similar Britos Oraldo, señaló que “Creo que la mujer no necesita leyes. Según las Constitución Nacional para participar, para ser diputada, concejal o gobernante, la única condición necesaria es la de tener idoneidad. Pero ahora queremos crear una nueva figura. Lamento que muchas compañeras y correligionarias no nos puedan representar en este Parlamento pero creo, estimadas hermanas, amigas y compañeras que no es mediante una ley la forma de entrar. Ya la Constitución Nacional lo establece plenamente: todo argentino puede ser candidato”.

Como podemos ver al repasar nuestra historia aquellas opiniones nos resultan tan actuales que si las leemos sin saber a qué año pertenecen muchos dirían que son de estos días.

Aún nos resta mucho por hacer. La existencia de herramientas jurídicas no nos garantiza por sí mismas el pleno ejercicio de los derechos consagrados. La participación de la mujer creció, pero aún la desigualdad es notable, sobre todo en las más altas esferas de poder, en los lugares de toma de decisión y liderazgo.

Hablamos de la necesidad de feminizar la política, pero sería más apropiado decir que debemos desmasculinizarla, en el sentido de que ha estado y sigue estando dominada por el patrón sexual masculino.

Hemos evolucionado mucho como sociedad, el rol mismo de las mujeres en la política ha tenido una evolución importante en la que y dejamos de estar encasilladas en temas de familia, género, salud, entre otras, a tener un rol importante en otros temas por ej: seguridad, estadística, justicia, ciencia, entre otras, dejando atrás un rol pasivo y pasando a tener poder en la toma de decisiones en cada lugar desde el que participamos.

Queremos espacios que nos igualen, ni más ni menos, los mismos.
 

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