8. INSERCIÓN SOLICITADA POR LA SEÑORA DIPUTADA COPES

Transferencia de jurisdicción ambiental y dominio eminente para la creación del Parque Nacional "Traslasierra", provincia de Córdoba.

En el día de hoy estamos tratando un proyecto que tiene como objetivo aceptar la cesión de jurisdicción ambiental y dominio eminente por parte de la provincia de Córdoba a favor del Estado nacional para la creación del Parque Nacional Pinas o la denominación que en el futuro se le asigne. Quiero recordarles a todos que este proceso comenzó el 6 de marzo de este año, cuando se firmó un Convenio Marco de Cooperación entre la provincia de Córdoba y la Administración de Parques Nacionales y tuvo como momento central la sanción de la ley provincial 10.481, que habilita a la expropiación del territorio para el emplazamiento de dicho parque. Al respecto, la mencionada ley provincial reza, textualmente en su Artículo 1º, lo siguiente: “Decláranse de utilidad pública y sujetos a expropiación para el emplazamiento del ‘Parque nacional Pinas’, o la denominación que en el futuro se le asigne, los inmuebles ubicados en Pedanía Guasapampa, Departamento Minas, de esta Provincia de Córdoba”.
Sobre este punto, quisiera poner en conocimiento de la Cámara que he presentado un proyecto de resolución (expediente 3302-D.-2017) mediante el cual se solicita al Poder Ejecutivo Nacional, a través de los organismos responsables, denominara este parque como “Parque Nacional Lisandro de la Torre”. Ello es así porque lo que hoy estamos haciendo es perfeccionar la cesión por parte de la provincia de Córdoba, que es la que deberá expropiar y pagar para cumplir con la cesión al Estado nacional. No estamos tratando el nombre del parque. A tal efecto fundo el pedido de la denominación “Lisandro de la Torre” en múltiples razones, tanto de índole histórica como social, que detallaré a continuación.
En principio, quisiera compartir con ustedes algunas cualidades de este nuevo parque nacional de más de 105.000 hectáreas. Está ubicado entre los departamentos Minas y Pocho en el oeste de la provincia de Córdoba y linda con los departamentos General Belgrano y Ocampo en la provincia de La Rioja. Actualmente, dicha zona es uno de los más importantes refugios de flora y fauna de la región denominada Chaco Seco, la que integra áreas consideradas de conservación prioritaria por el Proyecto de Evaluación Ecorregional del Gran Chaco Americano que llevan adelante las fundaciones The Nature Conservancy –de Estados Unidos , Vida Silvestre –de Argentina- y Wildlife Conservation Society –de Bolivia. En este sentido, biólogos de la Universidad Nacional de Córdoba afirman que en dicho territorio están presentes casi todos los ecosistemas típicos del Chaco Seco: bosques, arbustos, pastizales naturales y ambientes salinos. Esto adquiere una renovada relevancia teniendo en cuenta que la provincia Córdoba posee apenas un tres por ciento de su superficie con bosques en buen estado de conservación.
En términos de fauna, muchas de las especies relevadas se encuentran en alguna categoría de riesgo a nivel nacional, como la tortuga de tierra, la martineta, el águila coronada, el carpintero negro, el oso melero, el tucu-tucu cordobés, el pecarí de collar y el pecarí chaqueño. Este último está considerado en riesgo de extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Un relevamiento de las universidades nacionales de Río Cuarto y de Córdoba indicaron que en la franja que se extiende desde el norte de Serrezuela hasta San Pedro por el sur y donde se encuentra la Estancia Pinas ahora Parque Nacional , se registran 239 especies de vertebrados: 1 pez, 12 anfibios, 30 reptiles, 162 aves y 34 mamíferos.
Pero si bien la conservación del patrimonio natural de la zona es la razón más importante para celebrar su declaración como parque nacional, existen otras cuestiones a tener en cuenta. En principio, cabe destacar que los departamentos en los que se encuentra el Parque Nacional Pinas Pocho y Minas principalmente están entre los de menor índice de desarrollo y mayor índice de NBI de la provincia de Córdoba, por lo que puede proyectarse que la declaración de este lugar como parque nacional proveerá un impulso notable para la implementación de proyectos de desarrollo sostenible con eje en el turismo.
De la misma manera, debe destacarse su casco histórico y los restos de una capilla del siglo XIX. En relación con este punto, no podemos olvidar que la población local ha construido una estrecha relación con la zona y en especial con su bosque, llegando a formar parte de su propia identidad comunitaria.
Como puede observarse, la conservación de esta área tiene razones no sólo ambientales sino también históricas y sociales.
En virtud de la importancia de la declaración de la estancia Pinas como parque nacional es que pretendemos contribuir a su visibilidad, participando del debate por su denominación, colaborando así también en la asignación adecuada de presupuesto y personal, sin la cual su funcionamiento pleno como parque nacional no es posible.
En ese sentido es que proponemos que el Parque Nacional Pinas adquiera el nombre de Parque Nacional Lisandro de la Torre. Las razones para esta propuesta no sólo se vinculan con la relevancia de la figura de Lisandro de la Torre en la historia de nuestro país, sino también -y fundamentalmente- en la fuerte e innegable vinculación entre ese territorio y el Fiscal de la Patria.
La Estancia Pinas fue adquirida en 1908 por Lisandro de la Torre aunque tomó posesión del campo recién en 1917 con un crédito del Banco Español. Su idea original era la de trasformar a Pinas en un centro agrícola y ganadero.
En 1939 de la Torre se suicidó en Buenos Aires y al año siguiente el campo fue rematado y adquirido por el hacendado Juan Manubens Calvet, quien falleció en 1981 sin herederos directos. Los bienes de su herencia fueron administrados desde entonces por la justicia provincial.
Cabe recordar que Lisandro de la Torre fue una figura política central de la Argentina, especialmente en la primera mitad del siglo XX. En sus 70 años fue abogado, productor agropecuario, periodista y político. Apoyó a Leandro Alem, participó de la Revolución del Parque y de la creación de la Unión Cívica Radical, de la que luego se alejaría por su oposición al líder Hipólito Yrigoyen.
Entre sus antecedentes se destacan su rol como diputado nacional entre 1912 y 1916 y entre 1922 y 1925; como senador nacional entre 1932 y 1937 y como presidente del Partido Demócrata Progresista desde su fundación en 1914. Los principios generales de la democracia progresista se vinculaban con un programa que incluía una reforma tributaria que gravara la riqueza y aliviara los impuestos sobre el consumo, la creación de una marina mercante nacional y una política de proteccionismo industrial, entre otros proyectos.
En 1935 Lisandro de la Torre fue apodado “El Fiscal de la Patria” debido a la elaboración y presentación en carácter de senador nacional por la provincia de Santa Fe de una investigación sobre el comercio de carne que denunciaba las redes de corrupción vinculadas con el tristemente célebre Pacto Roca-Runciman. En las sesiones del Senado en las que expuso dicha investigación, acusó al frigorífico Anglo de evasión impositiva y señaló la existencia de un entramado de corrupción que involucraba al gobierno del presidente Agustín P. Justo, y en particular al ministro de Hacienda Federico Pinedo y al ministro de Agricultura Luis Duhau. En palabras de Juan Lazarte en su libro Lisandro de la Torre, reformador social: “Tuvo el coraje de ser un hombre independiente en épocas de servidumbre de la inteligencia y abolición de la conciencia”. El propio de la Torre sostuvo: “Se pretende negarme imparcialidad para anular así la fuerza que irradia de las puras verdades que difundo y se dice que estoy solo. Eso puede ser cierto. Estoy solo enfrente de una coalición formidable de intereses; estoy solo enfrente de empresas capitalistas que se cuentan entre las más poderosas de la tierra, y así sólo me batiré en defensa de una industria argentina esquilmada e inerme, como me batí hace diez años en defensa de la industria de la yerba mate que dos ministros poderosos habían condenado a morir”.
El final de dicho debate es conocido por todos los argentinos: el 23 de julio de ese año Duhau agredió físicamente a de la Torre en medio de una sesión, arrojándolo al piso; en medio del tumulto provocado, Ramón Valdez Cora asesinó al senador Enzo Bordabehere discípulo y compatriota demócrata progresista , empleando un arma de fuego.
Por fuera de las tres representaciones populares por la provincia de Santa Fe, no ocupó puestos públicos. En reiteradas ocasiones le fueron ofrecidos cargos por parte de gobiernos conservadores e incluso durante el gobierno de facto de J. F. Uriburu, con quien compartía una relación de afecto desde la Revolución del Parque. Rechazó todos ellos. En sus propias palabras: “El general Uriburu pensaba asumir la dictadura militar, pensaba llamarse dictador y yo estaba de más en esos planes”. Por esto mismo se negó sistemáticamente a ser candidato de una fórmula oficial destinada a restaurar el orden conservador en la República.
Pero más allá de la relevancia de de la Torre como figura política argentina, la razón principal de nuestra propuesta se relaciona con el profundo vínculo de amor que lo unía con la estancia Pinas.
Como se mencionó anteriormente, Pinas fue el campo que le había vendido a pagar el Banco Español y, tras sucesivos años de sequías, fue lo que lo llevó a la quiebra financiera. Dicha ruina fue utilizada como elemento de desacreditación por los conservadores como venganza después del famoso debate de las carnes.
Si bien el desempeño de de la Torre como figura política es célebre, su vinculación con Pinas es menos conocida. No sólo fue su propietario desde 1908 sino que vivió allí por largos períodos de su vida, viajando a Buenos Aires para cumplir sus obligaciones políticas. Algunos incluso lo llamaban “el solitario de Pinas”. A partir de la lectura de diversas cartas aún conservadas, puede observarse su gran apego al campo y la vida rural, así como las dificultades que enfrentó para adaptarse a la vida de las ciudades.
Allí se alojaba en la modesta casa que hoy conforma el casco histórico de la estancia. Con sus propias manos plantó frutales en especial higueras, parras, naranjos , cultivó el trigo, maizales y olivares. Asimismo, estimó y preservó la antigua iglesia como monumento histórico. Pero su vínculo más estrecho fue forjado con el patrimonio natural de Estancia Pinas. Desarrolló él mismo diversos estudios prácticos y publicaciones agrarias referentes a la tierra y adaptación de pastos en la zona. Fue un gran conocedor de la ganadería y la agricultura argentina. Gran parte de esos conocimientos fueron empleados en los argumentos esgrimidos en los debates parlamentarios e incluso puede encontrarse en sus escritos y discursos de las campañas presidenciales de 1916 y 1931. “En materia agraria, el primer punto de nuestra plataforma es el que propicia la división del latifundio por la acción del impuesto y por la expropiación. Algunos ven en ello un propósito rencoroso de persecución contra los terratenientes, y es falso. La difusión de la pequeña propiedad rural es una necesidad inaplazable y mientras ella no se produzca las crisis agrarias serán más frecuentes o graves”, decía en un memorable discurso en 1931 en la ciudad de Rosario.
Por otro lado, impulsó la extensión de ferrocarriles estatales por la zona, desarrollando un ramal de cerca de 46 kilómetros. Asimismo, promovió el establecimiento del correo en Pinas. La correspondencia debía ser trasladada por 22 leguas, por lo que Lisandro de la Torre contrató a su capataz José Bustos para realizar dicha tarea. De la Torre era el propio estafetero. Todavía se conservan las planillas de certificados con su letra y firma.
Sumado a esto, allí dejó también una biblioteca dedicada a asuntos agrarios y ganaderos. Su volumen es modesto porque si bien fue un gran lector, nunca fue un bibliómano: generalmente luego de leer un tomo lo regalaba a un amigo o lo donaba a una biblioteca pública.
Hacia 1924, en un contexto de adversidad económica, se asoció con un doctor de Rufino, provincia de Santa Fe, para poder afrontar los gastos de Pinas. Su sociedad con Aníbal I. Viale se centró en la explotación del bosque y es en función de ella que se comenzó la construcción del ramal ferroviario antes mencionado. Si el doctor Viale era llamado el “leñador de Pinas”, de la Torre era el “sembrador de Pinas”.
A fines de la década del 20 de la Torre rompe esa sociedad denunciando fraudes y engaños económicos varios por parte del doctor Viale. Como fruto de esa ruptura, debió enfrentar diversas acusaciones falsas por parte de su ex socio. Poco después el tribunal arbitral falló a favor de de la Torre, pero las calumnias y difamaciones ya habían sido difundidas por la prensa conservadora.
Los próximos años fueron de una terrible sequía en Pinas. Los pozos, aguadas y obras varias que había realizado no fueron suficientes. “En plena labor útil, en plena labor transformadora de una lejana región argentina, con resultados magníficos ya obtenidos en parte promisoria me ha alcanzado, a mí también, la situación que afecta a todo el país”, decía en una carta al ministro Hueyo. De la Torre se dedicó al estudio de este problema con especial interés, llegando incluso a llevar un registro pormenorizado que aún se conserva de los milímetros de agua caída en Pinas durante cada año. A pesar de la complicada situación económica que desde el principio enfrentaba, adquirió un sistema de riego, molinos y provisión de agua que trajo desde Alemania, para intentar paliar la situación de sequía de Pinas. Hacia 1934, a la sequía se sumó una septicemia hemorrágica que mató a gran parte de su ganado.
En definitiva, la vinculación era tan fuerte que no puede dejar de observarse que la caída y pérdida de la Estancia Pinas coincidió taxativamente con el declive de Lisandro de la Torre, que culminó con su suicidio en 1939. En palabras de Raúl Larra en el libro Lisandro de la Torre: el solitario de Pinas: “…quiso a Pinas, trabajó por Pinas, luchó por Pinas, sólo se consideró vencido cuando perdió Pinas”.
En su escrito Explicaciones sobre mi vida expresó de forma contundente lo que significó perderla: “Este Banco prefirió a la garantía que yo había ofrecido la transferencia lisa y llana del campo de Pinas. Era para mí un desgarramiento ceder ese campo que despertó en mí, desde que en parte lo adquirí, en 1908, un extraordinario afecto. Pero cedí porque no tenía el derecho de oponerme”.
Puede decirse que de la Torre no quiso ni pudo ser un hombre de negocios, sencillamente porque su mentalidad no era capitalista. Y a pesar de los sucesivos esfuerzos por llevar Pinas a la prosperidad, nunca obtuvo más que éxitos temporarios. La crisis mundial que comenzó en 1929 desvalorizó por completo su hacienda y la posterior sequía de cinco años terminó de sellar su quiebra. “En los últimos tres años, en vez de ganar lo suficiente para pagar intereses y hacer algunas amortizaciones, he perdido dinero. La situación no tiene vueltas y la entrega de Pinas es inevitable”, afirmaba en una carta a su capataz José Bustos en octubre de 1936.
Como figura central de la política argentina, puede decirse que Lisandro de la Torre fue un defensor a ultranza de las luchas democráticas, se alzó contra el fraude electoral, el imperialismo, el autoritarismo, la corrupción, los monopolios y las injusticias; denunció permanentemente los negocios espurios entre el capital internacional, funcionarios públicos y la burguesía nacional; defendió las luchas de los pequeños y medianos productores agropecuarios contra los grandes latifundistas y fue un gran crítico de los grupos de poder en defensa de los intereses de la nación. Pero la razón principal para denominar este nuevo parque nacional con su nombre es, esencialmente, su profunda vinculación con Pinas: la administró durante veinte años y podemos intuir que su pérdida es una de las razones que lo llevaron al suicidio. En una carta que le escribió a uno de sus empleados en Pinas de apellido Montoya , de la Torre afirma “De todos los campos que yo he tenido, ninguno me había inspirado un cariño comparable al que he tenido a Pinas, y por eso, cuando me di cuenta en el viaje de 1934 de que no podía conservarlo, no quise volver más”.
Sin lugar a dudas, las razones expuestas ameritan que el parque nacional de cuyo proceso de creación estamos participando con la sanción de esta ley sea denominado Parque Nacional Lisandro de la Torre.
 

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